viernes, 5 de agosto de 2016

2, 10.



He tenido que darle muchas vueltas al tema de hoy. Tengo tantas ganas de escribir tantas cosas pero escribirlas todas en una sola entrada me parece una grosería intelectual. Para mí y para ustedes. Debo darle el valor a las cosas y no simplemente llenar por llenar.

"Llenar por llenar", conozco a muchas personas que se manejan bajo esa premisa. Yo a veces lo hago, no voy a mentir pero es algo que al final no es... llenador. Llenar por llenar no llena. Esa es la lección.

No sé cómo empezar. Estoy nerviosa, aunque no tanto como ayer cuando hice esa llamada. Tenía que hacerla, amigos, aunque sé que algunos de ustedes me dijeron que no la hiciera, que sólo me traería más dolor. Que estoy mejor así. Lo sé. Estoy mejor así, pero, quiero decir, tenía que llamar.


Creo que no me estoy dando a entender. Nunca lo hago cuando son cosas personales, pero como este blog es personal y no tengo ningún tipo de problema en compartir mis penas personales porque de alguna manera escribirlas, dejar que mis emociones fluyan por mis dedos convirtiéndose en letras en una pantalla me ayuda. Es como ir al psiquiatra o tomarme una botella de whisky. Terapéutico, en verdad.


No me siento mal.... bueno, no tan mal. ¿Si no estoy bien, estoy mal, o hay un intermedio? Porque si hay un intermedio, justo como lo hay entre el cielo y el infierno, entonces podrían categorizar mi estado en ese medio, en ese "casi casi, pero no".






Tengo muchos sentimientos encontrados, amigos. Es como si todos estuvieran dentro de un bar y la mayoría de ellos son mala copa. Estoy esperando a ver cuál escapa de ahí como daga filosa, abriéndome desde la garganta hasta el estómago. Estoy esperando a ver cómo se hunde todo, cómo me incendio yo solita. Sé que este tipo de cosas no atacan en el momento; es como si todo esto fuera un depredador cauteloso, que está agazapado bajo los arbustos, calculando mentalmente cuánta distancia hay entre los dos, cuánta fuerza necesita para impulsarse y asesinarme.

Si han sido cautelosos, en una entrada previa prometí no volver a escribir sobre esto, sobre ellos. Mi intención era mantener esa promesa, porque pensé -ingenuamente- que podría seguir con mi vida sin que ellos interfirieran de alguna manera. Así fue durante unos meses. Y estuve bien, sola, pero bien.

Hace tres semanas, más o menos, recibí un mensaje. Era poquito pasada la media noche y era un mensaje bien escrito, o sea, sin faltar de ortografía -no muchas- y tenía sentido, pues, el concepto. El número yo no lo tenía registrado, por lo que entré en pánico porque esta persona sabía muy bien con quién se dirigía. Adjuntó mi nombre de manera precisa. 

Era una noche cualquiera, yo estaba haciendo mis cosas, sin molestar a nadie, lo prometo y de repente el celular vibró. Pensé que sería cualquier cosa, una notifiación de instagram o de tuiter o un whats y...

Cuando leí el mensaje, sentí cómo la sangre se me alentaba.

Baia baia, ¿con que mandándome mensajes a media noche?




Me molesté, como es natural. Sólo había dos opciones en mi mente y cualquiera de las dos opciones me parecía un insulto. 

Pensé, entonces, en responder con un ¿QUIÉN ERES? pero no tenía crédito. Mi madre muy amablemente se ofreció a prestarme su celular para usarlo, pero decidí no hacerlo. 

No era un mensaje críptico. Los sentimientos en él eran legibles, la intención era clara. Esta persona me extrañaba y me quería, a pesar de "la distancia sentimental". Eso sí. No daba pie a que yo respondiera de alguna manera o de que se iniciara una conversación. No me preguntaba nada. No suponía nada. Era, pues, un mensaje.

Entonces decidí calmarme a mí misma y seguir con mis cosas. Lo ignoré como pude. Tomé aire y pensé: "No voy a dar en reversa los pasos que he dado en estos últimos tres meses sólo por un mensaje que ni siquiera pregunta por mi estado de ánimo. O sea".

Y pues, así me fui a la cama.

A la mañana siguiente me encontré con una joyita que me habían dejado especialmente para meterse con mi salud mental, con toda la alevosía del mundo. Era esta otra persona.

De alguna manera, por alguna razón, bajo una circunstancia especial, el universo decidió conspirar contra mí. La vida otra vez se burlaba de mí, en mi cara. 

Ingrid me había mandado un mensaje en madrugada del domingo y horas después, Diego había aparecido a susurrar tras mi espalda "Todavía estoy aquí".

Okay, WHAT THE FUCK? 






Mi primer instinto fue arrancarme la cara y luego tirarme de un sexto piso, pero no lo hice. Claro que estaba molesta, porque pensé que se estaban burlando de mí los dos, al mismo tiempo. Podía imaginarme sus caras, al otro lado de la pantalla, riéndose mientras tomaban una copa de whisky.

Podía imaginármelos a los dos poniéndose de acuerdo para hacerme esto. Algo como:

-Oye, Ingrid, estoy aburrido-
-¿Y si molestamos a Mariana? Hace rato que no lo hacemos-
-¡Yay, buena idea! :3
-Sale, yo primero c:
-Okey, luego yo te sigo :D


Me ardía la sangre en las venas, amiguitos, cuando pensé algo tan horrible. Sé que suena estúpido, sé que suena bastante paranoico. Sé que es imbécil pensar así de estas dos personas. Pero en ese momento en que caí en cuenta de que los dos habían vuelto con sabrá Diosito qué intenciones después de que yo les había pedido que me dejaran en paz, me enervé toda. La cólera casi me produce una hemorragia interna.

Pasadas las horas y tras haberle dado vueltas al asunto muchas, muchas, MUCHAS veces, decidí que seguiría ignorando todo.

¿Por qué?

Porque sí.


Vamos, díganme qué les parece esto. ¿Cuál es la probabilidad de que con una diferencia de horas se hayan aparecido así, como si pinches nada, como si hubiese sido una casualidad, una insignificancia?

A mí me pasan muchas -un chingo- de coincidencias, eso debo admitir e intento no buscarle un significado a todo porque pues, he aprendido que la vida no tiene sentido. Pero esto es demasiado. Esto ya no era una coincidencia. Esto ya era algo más y no me gustaba el tono con el que se presentaba. Fue como recibir un puñetazo (dos, en realidad) en la cara.

Díganme "inmadura, dramática ridícula", pero así lo sentí. Sé que siempre me ha sido difícil alejarme de las personas, sobre todo de ellos dos, pero ahora sí tenía mi mente en esto, estaba centrada. Y me iba bien, como repito. Sí, me sentía sola, y a veces los extrañaba a morir y había días y noches en los que pensaba que no lo lograría, que terminaría doblegándome ante ellos -una vez más- y admitiría mi error sólo para regresar a ellos.

Pero pasaban los días y la nueva mañana me proveía de una luz nueva.

Pero me ponía borracha y en ningún momento me entraban ganas de saber de ellos, de buscarlos. A ellos, ni a nadie.

Pero recordaba todo lo bueno que había pasado, los buenos momentos, el amor, y las risas, los chistes privados, las opiniones compartidas, la música y todo eso...
Pero ni siquiera eso me daba la fuerza para quebrantar mi voluntad de seguir adelante.


A pesar de todo eso, yo estaba bien, tranquila, con mi vida. No sentía arrepentimiento, no sentía ira, no sentía melancolía, no sentía dolor.

De hecho, no sentía nada.


Mis ojos ya no se llenaban de lágrimas cada que escuchaba Everything Has Changed o Gravity. Mi mente no se llenaba de recuerdos al escuchar Cold Coffee o Breathe. Mis pulmones no temblaban de dolor al escuchar a Ed Sheeran o a Years & Years.

Ya no sentía nada. De veras. Ni ganas de stalkearlos o de hablar de ellos. De escribir de ellos. De tener fantasías, de soñarlos. 

No volví a soñar con Diego.

No volví a hablar de Ingrid.

Y en estos tres meses, me sentía como rehabilitada. En proceso, pero haciendo un progreso muy grande. 



Pero pasó todo esto y bueno, como que sí me sentí insatisfecha. Sentí como si me estuviesen viendo la cara de estúpida. Entonces consideré la posibilidad de llamar para resolver algunos puntos que me tenían un poco curiosa.

Podría preguntar cuál era su puto problema conmigo y conocer su estado, supongo. Además, insisto, de veras pensé que podría haber sido un plan entre los dos. YA SÉ QUE SUENA ESTÚPIDO, NO ME HAGAN SENTIR MÁS ESTÚPIDA DE LO QUE YA ME SIENTO, pero en ese momento fue lo que me imaginé. Tengo una imaginación muy activa.



So, lo hice.


Tres semanas después de recibir el mensaje y todo este asunto, decidí hablar con Ingrid.

¿Por qué con Ingrid y con Diego no? Porque, bueno, Ingrid fue directa a la hora de contactarme y Diego no, no tanto. So, there's that.





Ayer hice esa llamada, incluso cuando Fany dijo que no lo hiciera, que las "segundas oportunidades" o algo así, no servían, incluso cuando Ale comentó que si lo hacía sólo era para que yo pudiera seguir quejándome de mi vida, incluso cuando Karli y yo hablamos de eso durante muchos días.

Incluso cuando yo sabía que era una estupidez, incluso cuando sabía que probablemente terminaría mal, incluso teniendo todo eso en cuenta, lo hice.


Fueron dos horas. Me pareció muy poco tiempo para el tamaño del asunto, pero se tenía que hacer. De esta manera, porque así son las circunstancias. Con música de Foxes de fondo porque #dañada. Dando vueltas por mi cama, porque #adolescentehormonal. Dejando muchos espacios en silencio, con la voz temblorosa, con la repetición de palabras, con la malpronunciación, con el tartamudeo y la vacilación, porque #nerviosa.



Resolví mis dudas, sí. 

Resulta que -COMO ES OBVIO- Ingrid y Diego no estaban teniendo contacto de algún tipo. Que su aparición en horas diferencias era mera coincidencia y burla del destino. Que Diosito tiene buen humor y que no debería tomármelo a mal, como un insulto hacia mi persona.

Resulta que su mensaje no guardaba alguna intención de que se iniciara una conversación. Simplemente fue algo que quiso que yo supiera y ya. Que yo fui la que se hizo ideas solita, -OTRA VEZ-


Y durante esas dos horas con diez minutos, hablando con ella, pensando en voz alta, abrazando la almohada y teniendo en cuenta que Foxes y Troye Sivan junto con Zedd me estaban juzgando detrás de mi spotify, me di cuenta de muchas cosas.




Al final, logré aclarar que estábamos mejor así. Todos.

Ingrid está mejor sin mí. Diego está mejor sin mí. Todos están mejor sin mí, si somos honestos. Interferir en la vida de otros por mi propio placer es algo egoísta y horrible. Lo hice pero ya no quiero hacerlo. He hecho el daño suficiente y no importa que haya sido Ingrid quien rompió conmigo, no importa que la última vez que hablé con Diego me hizo llorar tanto que lo mandé al carajo -literal, textual, en neta-. No importa nada de eso.

Todos estamos mejor así.




Esa es mi creencia y no guardo intención de cambiarla.



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