viernes, 29 de enero de 2016

De Hermanos Y Corazones Rotos


*suspira nerviosamente*

     ¿Cómo empezar esto? No sé cómo empezar esto. Por primera vez en un tiempo, no sé cómo empezar, o qué decir, o cómo proceder.

Ha pasado tanto esta semana, que siento que he vivido diez años más. No miento, pueden ver mi cara: Estoy ojerosa -más de lo usual-, con los ojos hinchados, la piel marchita, el cabello desordenado e inevitablemente el maquillaje que decida utilizar se correrá debido a mis lágrimas. ¿Llorar cuenta como desmaquillante? Debería contar.

Abordaré el tema como es mi estilo: Con un sentido del humor retorcido, negro y patéticas y lastimeras quejas y si siguen conmigo, terminaré con un mensaje de paz entre tantos pensamientos suicidas.

Si deciden leerme hasta el final, recuerden que estoy escribiendo desde el corazón, un lugar no tan razonable.



Recuerdo, hace algo de tiempo, no sé bien cuánto con exactitud, que pasé por un momento verdaderamente aterrador que yo solita me había creado. Mi hermana, esa noche, había salido con sus amigos a una fiesta y regresaría tarde. Mis padres se habían cansado de esperarla, como a eso de la media noche, así que me encargó mi mamá que la esperara despierta.

    -Seguro no ha de tardar, me dijo que no llegaría tan tarde- dijo mi mamá, despidiéndose de mí.
    -No importa, igual me voy a desvelar escribiendo, yo la espero- respondí, con la cara en la pantalla de la computadora.

No era mentira. Me iba a desvelar, pero pasadas las dos y media de la madrugada y viendo que no llegaba, decidí mandarle mensajes para ver dónde venía.

Mensaje 1... enviado.

Mensaje 2... enviado.

Mensaje 3... enviado

Mensaje 4, 5 y 6.... enviado.


Nada.

Ninguno de mis mensajes me respondió la ingrata de mi hermana. Yo estaba furiosa. Seguro estaba hasta el culo de ebria o estaba bailando canciones de la MS con su novio de entonces o sabrá Diosito qué chingados estaba haciendo que le impedía responderme un mísero mensaje.

Dieron las tres.

PERO QUÉ LE SUCEDE.

Ya estaba cansada y quería dormir. Había terminado de escribir lo que quería escribir una hora atrás. Mis amigos ya se habían despedido y había nula actividad en twitter. Estaba muy oscuro y hacía frío. Y la mensa de mi hermana que no aparecía.


No quise apagar la computadora, porque me daba poquis de miedo quedarme en la cocina de mi casa esperando sola. Igual y no estaba haciendo nada importante, pero el ordenador me daba una sensación de compañía.

Mi mente comenzó a divagar: A lo mejor venía en el carro de su novio, y los habían detenido la policía y los habían matado. O tal vez habían chocado, porque seguro venían borrachos conduciendo. A lo mejor habían secuestrado a mi hermana y ni su novio ni sus amigos sabían dónde estaba. Quizás se había quedado dormida en la casa de alguien. O tal vez la estuvieran violando. La estaban asaltando. Le estaban robando los órganos.

Bien dicen que las manos ociosas son el juguete del diablo y con justa razón existe el dicho. Pero el punto no es mi desenfrenada e inestable imaginación, sino lo que vino consigo:

Una sensación de pánico comenzó a recorrer mi cuerpo, desde el cuero cabelludo hasta las puntas de mis pies. Un frío casi eléctrico dominó mis extremidades y algunos calambres comenzaron a azotarme el estómago, haciéndome retorcer de dolor. Estaba a punto de llorar y gritar de incoherencias a las 3:20 am, cuando entonces la puerta se abrió y mi hermana entró a trompicones, riéndose entre dientes y apestando a cerveza -ew-

Casi le arranco la cara de la bofetada tan fuerte que quise darle, pero mejor me mordí los labios, le dije que buenas noches y me largué a dormir.

Esa fue la primera vez que pensé en lo que haría si mi hermana se muriera.






Este lunes, muy temprano, recibí una noticia que hizo que el resto de la semana no tuvera sentido. Mi primo Paco había tenido un accidente y él ya no estaba en este planeta.

Así, de la nada.

Eran las ocho de la mañana, más o menos, cuando escuché a mi mamá llorar en su cuarto. Corrí, preocupada porque ella había estado enferma los últimos días y pensé que podía tener un dolor muy horrible y cuando la vi, me dio la noticia.

Retrocedí un paso, tragué saliva y gruñí un: QUÉ, POR QUÉ, QUÉ PASÓ.


No sabíamos nada. Los pulmones de repente me pesaron y fue como si alguien me hubiera dado una patada en el estómago. Quise vomitar, pero no tenía mucho en el estómago por vomitar. Me acerqué a la orilla de la cama de mi mamá, en caso de que me fuera a caer, y me senté.

Qué había pasado

Cómo había pasado

Pero lo más importante:

Por qué había pasado.

Mi mamá y yo interambiamos unas cuantas palabras y yo decidí regresar a mi cuarto. Era obvio que no podría dormir, pero quizás estando en mi cama, bajo las cálidas sábanas, dejara de sentir tanto frío a mi alrededor.

Me metí a la cama, pero sentí que algo dentro de mí crecía a límites insospechados. Si no hablaba o si no hacía algo, me iba a dar un derrame, así que tomé mi teléfono y al primer contacto que divisé, fue a quien comencé a mandarle mensajes, a diestra y siniestra.

Esta persona me leyó casi casi al instante y me puso atención. Dejó que me desahogara. A pesar de que no dijo mucho, me ayudó a calmarme bastante. Se lo agradecí en el alma.


El día pasó borroso.


Recuerdo que llegó mi papá. Recuerdo que lo escuché llorar cuando mi mamá le dio la noticia. También me acuerdo de cuando mi hermana aulló un : PERO POR QUÉ.


El camino al velorio y misa de cuerpo presente se me hizo eterno. Regresé, LITERAL, al 2014, cuando mi profe favorito había fallecido. El sitio era el mismo.

Una parte de mi cabeza estaba como en shock. Como que no entendía nada de lo que me decían. Todo lo hacía mecánicamente.

Saluda a tus tíos, Mariana

Sí, los saludaré

Saluda a tus primos, Mariana

Sí, los saludaré

Siéntate en algún sillón, Mariana

Sí, me sentaré


Ver a mis primos ahí, a mis tíos ahí, lo hizo todo muy real. Fue como despertar de una pesadilla, para enfrentarme a una realidad incluso más terrible. No pude dejar de sacudir la cabeza en negación.

No, esto no estaba pasando.

No, no había razón alguna para que pasara. No, esto no tenía ni pies ni cabeza. NO ESTABA OCURRIENDO.


Pero cuando inició la misa, y vi el féretro ahí, fue como si mi alma se cayera el piso. Tuve que detenerme del marco de una puerta para no caer al suelo como res. Mi corazón latía muy rápido. Mis pulmones trabajaban al mismo ritmo. Mis ojos no dejaban de producir lágrimas y los mocos en mi nariz se estaban volviendo una verdadera incomodidad. Las rodillas me temblaban. Los labios me temblababan.

Quería morirme.

Tenía que morirme. Yo.

Yo prefiero hacerlo. Yo quiero tomar su lugar. Yo, por favor, Diosito, tómame a mí. A ellos no. Déjalos a ellos en paz. Llévame a mí. Escógeme a mí, por favor. Por favor, por favor.

Mis pensamientos de esa naturaleza se volvieron más agudos, más intensos, más fuertes. Resonaban en todo mi ser.

Dios, por favor, sé que me oyes. 

Regrésalo a él y llévame a mí. Hagamos ese trueque y será lo último que pido. Por favor.


Vamos a tomarnos un momento para reflexionar lo que pensé y dije mentalmente.


Puede que suene mal, viniendo de una chica de veinte años, con aspiraciones de volverse una gran escritora, casi a punto de concluir su carrera, con amigos, familia y parejas buenas en su mayoría. Supongo que no tengo muchas razones o muchos argumentos para desear mi muerte. Pero oigan, yo sé cómo pienso y sé como veo las cosas.


Estaba muy triste, me dolía todo y era casi imposible pasar tres horas seguidas sin soltarme a llorar, pero lo que atestigué con mis ojos me dejó helada.

Vi a mis primos, uno por uno, caerse, hechos pedazos. Vi a mis primos, uno por uno, llorar lo que con sus palabras no podían expresar. Vi a mis tíos intentando mantenerse cuerdos, luchando contra esa locura mental producto del dolor que estaban sintiendo. Vi a mis tíos, vi a mis padres, vi a mi hermana preguntarse lo que nos preguntábamos todos.

Vi a mis primos, sus hermanos, vi a mi tía, su madre, morirse un poco por dentro.


Y eso acabó conmigo.





No era que no amara a mi primo Paco.

Claro que lo amo. Es mi primo Paco. Lo que conocí de él es suficiente para amarlo como lo amé antes, como lo amo ahora y como lo amaré después.

No era que no fuera cercana a mi primo Paco.

Si bien, no éramos de salir cada quince días a pistear o a comer, siempre que lo veía era un momento especial para mí. Paco es de esas personas de sangre liviana que te caen bien de sólo verlos.

Es que, siendo honesta, desde noviembre, me la vivo media viva y creo que perdí la sensación del dolor. Nunca había experimentado tanto dolor desde entonces.


Pero esto sí es pasarse de la raya.


Estoy molesta. Muy molesta. Estoy enojadísima con todos:

Estoy enojada con Diosito, con Buda, la Madre Naturaleza, con la vida. Estoy enojada con Paco. Estoy enojada con sus hermanos. Estoy enojada con su madre. Estoy enojada con mis primos. Estoy enojada con mis padres. Estoy enojada con mis tíos. Estoy enojada con mi hermana. Estoy enojada con mis amigos. Estoy enojada con mis compañeros.

Estoy enojada conmigo misma,


No soporto tanto en tan poco tiempo. No lo soporto. No entiendo qué está pasando.


Estoy en shock, estoy encabronada y estoy tristísima. Siento que se me cae la vida a pedazos y que yo no tengo poder ni control sobre nada. Y me encabrona eso. Y me deprime eso. Y me sorprende que sea tan pronto, tan deprisa, tan de la nada...

Mi dolor no se compara al de mis primos y mi tía.


Yo perdí a mi primo Paco.

Pero ellos perdieron a su hermano, a su hijo.

¡Y YA SÉ!

Ya sé, como dice Ingrid, ya sé que nadie nos pertenece y por lo tanto, no lo podemos perder. Lo sé. Lo tengo bien grabado en la cabeza esa frasecita. Lo sé, lo sé, lo sé.

Me lo repito hasta el cansancio:

"Mariana, no estamos destinados a quedarnos en la tierra. Mariana, todos nos vamos a ir. Mariana, el dolor es un efecto colateral del amor. Mariana, la vida sigue. Mariana, todo va a estar bien"

Lo sé, lo sé, lo sé.

"Mariana, no te pongas mal, a tu primo no le gustaría verte así"

Ya lo sé, carajo. Lo sé. Lo tengo presente cada maldito minuto de cada maldito día. Vivo con eso.

Pero, mierda, a veces no se puede pensar así. ¿Ok? A veces no quiero pensar en fiestas. A veces no quiero ver a mis amigos. A veces no quiero ir a la escuela. A veces no quiero hacer nada. A veces no quiero vivir, ¿Ok?

A veces sólo quiero quedarme en mi cama, debajo de mis cálidas sábanas, esperando a la muerte. A veces pasa. Déjenme en paz.



Estoy muy molesta. Soy grosera, hiriente y agresiva con los demás. Les corto la conversación a mis amigos. Me pongo a llorar cuando salgo a la calle. Me aislo de la compañía de mis padres y mi hermana.

Está mal lo que hago, lo sé, pero en serio, ahorita necesito poquita salud mental. Conservar lo poquito que me queda. La necesito, para recomponer mi corazón.



No sé qué decirles. No hay palabras para consolar a nadie, a estas alturas. Tengo veinte años y he aprendido que nada de lo que digan los demás puede hacerte sentir mejor.

No, no me consuela creer -o tener la intención de creer- en una vida turbo más fabulosa después de la muerte.

No, no me consuela quedarme con los vivos y ver como mi deber moral disfrutarlos.

No, no me consuela pensar que lo que sucede es muy injusto y random.


Nada de eso me consuela.


Lo único que puedo decir, que me ha servido de consuelo en mis momentos más oscuros y de desesperación, es lo siguiente:


Tienes permiso de romperte. De deshacerte. De rehacerte una y otra vez. Tienes permiso de llorar. Tienes permiso de maldecir. Tienes permiso de gritar. Tienes permiso de caerte al piso. Tienes permiso de sentir como si fuera el fin del mundo.

Pero también tienes permiso de recomponerte. Tienes permiso de secarte las lágrimas. Tienes permiso de perdonar. Tienes permiso de callar. Tienes permiso de levantarte. Tienes permiso de sentir que, aunque va a doler el resto de la puta existencia, al final todo va a estar bien, porque siempre habrá alguien que te recogerá: Tú, y tu amor por esa persona.

De alguna u otra manera, al final, vas a estar mejor.



Paco fue un buen hombre. Un maravilloso ser humano, pero como cualquier ser humano, tenía sus defectos. Como cualquier ser humano, tuvo un inicio y tuvo un fin. Así como yo lo voy a tener, y tú lo vas a tener y Sam Smith lo va a tener y Gael García lo va a tener.

Es parte de nuestra humanidad.

Vamos a celebrar su vida, su legado. No dejemos que su recuerdo se vaya. Que el amor que dejó en todos nosotros viva tanto como nuestros corazones latan.

No tengo palabras de aliento para mis primos, para mi tía, para mis tíos, para mis padres, para mi hermana, para sus amigos, para sus compañeros...

No, no las tengo. Me duele mucho, y haciendo este post, en este momento, ya empecé a llorar -otravez-. 

Pero les puedo decir a mis primos, sus hermanos, sus mejores amigos, a mi tía, a mis tíos, a mis padres y a mi hermana:

Vamos a amar y a sufrir a Paquito juntos. 



Porque él rompió nuestro corazón y solo él lo puede curar. 
Vamos a darle la oportunidad de que nos sane.



viernes, 22 de enero de 2016

Querido Diego


     He de comenzar admitiendo algo un tanto absurdo: Estoy nerviosísima. De verdad. Si estuvieran aquí conmigo, podrían sentir la frialdad casi inhumana de mis manos. Mis dedos tiemblan al recorrer el teclado de la computadora y me estoy mordiendo los labios de la ansiedad que siento. ¿Por qué? No sé.

O tal vez sí sé.

No sé qué busco conseguir con esto. O más bien, no sé qué conseguiré con esto: Si más silencio o una respuesta prometedora, pero de algo estoy segura: Es parte de mi ser quejarme y expresarme en palabras y palabras que pueden -o no- estar hiladas en una hoja. Ténicamente esto no es una hoja, pero ustedes entienden lo que quiero decir.

Haber nacido con esa necesidad casi obsesiva y enfermiza de escribir todo lo que viene a mi cabeza tiene sus partes buenas y partes malas. Vamos a enfocarnos en lo bueno.


Toda la semana he estado ensayando mentalmente este post. Me he repetido líneas hasta el cansancio, he escuchado la misma música hasta el cansansio y he estado esperando con ansias este día... Bien fácil que pudo haber sido escribirlo cuando se me diera la gana, dirían ustedes, pero yo casi nunca planeo este blog. Procuro esperar hasta el viernes, para expresarme con espontaneidad, para ver si puedo sentir las cosas desde otras perspectivas -No es lo mismo sentir una separación el martes que sentirla el viernes, a eso voy-

No sé por dónde empezar, así que voy a ser muy concreta:

Diego, tú tenías razón.




Tú tenías razón en muchas cosas. La tenías y yo me negaba a verla. Siempre la tuviste, en casi la mayor parte de las cosas sobre nosotros. La tenías y yo nunca cedí a dártela.

Soy egocéntrica, mucho más de lo que me gusta admitir. Soy arrogante, soy impulsiva. Destruyo las cosas sin darme cuenta de cómo pasó. 
Lo soy.

Soy orgullosa y siempre quiero tener la razón, la última palabra. No me gusta dar mi brazo a torcer ante nadie y sí, tengo problemas bastante profundos de autoestima. 

Tenías razón en todo eso.







Diego y yo tuvimos una relación tormentosa. 

Siendo Diego una criatura optimista, tranquila y feliz, juntarse con un ser tan impulsivo, tan triste y tan desorientado como yo, no trajo nada más que una tormenta.

Dos fuerzas contrarias que chocaban en una misma dirección, dando por resultado, un huracán de proporciones épicas. Diego y yo somos muy diferentes.


Él puede pasar horas y horas hablando de filosofía, de matemáticas, de ajedrez, de historia, porque tiene tan buena memoria que hasta resulta envidiable escucharlo recitar equis o ye cosa. Él no soporta estar entre multitudes, y lo evita tanto como puede. Él tiene gustos muy sofisticados en muchos ámbitos, tiene a la niña de sus ojos y es rara la ocasión que afecta su condición de ser humano feliz.

Yo leo libros como encuentro piedras en mis zapatos -las encuentro muy seguido, bien raro-, me encanta salir sola a pasear por la ciudad, ir al cine, comprar un disco, comer en algún subway, o simplemente tomar la oruga, ponerme los audífonos y perderme en mis melodías de Sam Smith o The Script. Necesito que me hablen en términos sencillos y simplificados. Vivo constantemente en un estado de desesperación pasivo-agresiva y, aunque no tomo seguido, cada que lo hago es hasta perder el control de mis actos y termino en algún piso preguntándome qué es lo que me diría Stephen King si me viera así.

Me encantan las películas y él no es muy adepto a ellas. Soy de los éxitos de la radio y él de la música clásica. Él tiene un particular gusto por los videojuegos (o como sea que se llamen, equis) y yo prefiero más los juegos de mesa. Él siempre es tan feliz, tan optimista, tan dulce... y mi mayor preocupación en la vida es enamorarme -y estancarme en alguna situación correlacionada al enamoramiento- y perder de vista el sueño que para mí es lo más importante para mi realización humana.

Yo escribo de manera tosca, directa, hasta cierto punto altanera y agresiva. Él es un poeta.

Tenemos diferentes puntos de vista en cuento a muchas cosas:
Él puede comer prácticamente cualquier cosa y yo casi no como nada.
Él cree que el matrimonio y/o una familia no sería de ninguna manera una carga para una persona y yo pienso que el matrimonio es lo peor que le puede pasar a alguien estando aburrido as fuck.
Yo siento curiosidad por las personas, aún sin conocerlas, con solo verlas y es muy difícil que alguien despierte interés en él de algún tipo.


Tantas diferencias me agobiaban, ¿Y por qué no? Hasta me repelían. Puaj. Diego era todo lo contrario a mí. ¿Qué diablos me ganaba estando con él?

No podía quejarme de lo mucho que quería morirme, porque de inmediato se asustaba.
No podía usar mis jergas mexicanas muy floridas, porque de inmediato lo ofendía.
No podía posar mis ojos en alguna otra actividad mientras estuviera con él, porque era hacerlo sentir a un lado.





Y teniendo todas estas diferencias de por medio, sin tener casi nada en común, era normal chocar.

Pero no era chocar como dos corrientes de aire, formando un frágil remolino. Eran choques grandes. Colosales. Choques de los que la tierra tiene memoria como el volcán en Pompeya o el terremoto en México del 85... -estoy exagerando un poquis, pero ustedes entenderán cuál era la magnitud de nuestros desastres-

Prácticamente arrastrábamos al otro a un agujero negro de drama y frustración. Él me arrastraba a mí. Yo lo arrastraba a él.

Los primeros meses fue un ir y un venir. Peléabamos por cualquier cosa. No ofrecíamos disculpas ni disculpábamos tan fácil al otro. Destruíamos más de lo que teníamos construido. Nos dañábamos. Él me dañaba a mí y yo lo dañaba a él.

Yo había llegado a un punto en el que no podía seguir así. Era muy infeliz.  ¿Cuál era el punto de quedarme con él, de todas maneras? El tipo cero compartía intereses conmigo y lo más importante: le bateábamos a diferentes direcciones. Él se quiere casar, quiere tener esposa, quiere tener hijos, una casa y un perrito.
Yo quiero viajar. Yo quiero conocer y quiero aprender y quiero tener una casa propia a la cual pueda llegar a las cuatro de la madrugada sin que nadie me esté regañando. Quiero volar, sin tener a nada ni nadie que me ate, que me haga replantearme las cosas.

Así que lo dejé.

Yo no le iba a aguantar que me estuviera agrediendo así, diciéndome que soy fuego y que no puedo abrazar ni a un árbol sin terminar quemándolo. No le iba a soportar sus groserías. Y menos a alguien que ni siquiera tenía el más mínimo gusto por Stephen King -o sea, obvio <3- 





Me fui, pero no duró tanto. Al momento en que di un paso lejos de él, me di cuenta de que lo extrañaba mucho y que quizás había cometido un error. Una semana después él se disculpó y bueno... se había disculpado. Era lo que importaba, ¿cierto?


Diego ahora era otra persona. Bueno, no era otra persona, pero ya no era tan agresivo y cruel como había sido alguna vez conmigo. Tenía más tacto -o más paciencia- y su dulzura y su inteligencia no se habían ido a ningún lado. 
Ese Diego de quien me había enamorado una vez, seguía ahí.


Pero lo inevitable llegó a relucir: Yo era otra persona. Él seguía siendo el mismo, bromeando sobre futuras parejas, tomándose en serio mis comentarios y recordándome lo mucho que le gustaba mi nombre. Él seguía siendo el mismo, tranquilo, cariñoso y culto dulcesito de chocolate que era. 

Pero yo no era la misma.

Yo estoy pasando por un verdadero infierno que, aunque NO justifica mis actitudes o mis chingaderas, vaya, me orillan a ellas. Yo dejé de ser la misma ingenua y confianzuda chiquilla distraída que solía olvidar apagar las alarmas de su celular una vez que había regresado a la escuela.

Mi amor por él estaba intacto. Pero yo no. Yo estaba rota. Mi confianza y seguridad -¿Y por qué no? mi autoestima- estaba rota.

No podía confíar en él. O más bien, había decidido no hacerlo. Tenía pensamientos en verdad horribles cuando estaba con él. Estaba toda celosa, paranoica, toda agresiva, toda alterada, toda histérica... Estaba actuando como loca. Y realmente acabé odiándome por mi comportamiendo, porque al final sólo hacía que tanto él como yo nos sintiéramos mal.




No podía más. No quería seguir así. 


La confianza es un puente que se construía entre dos personas: Diego estaba haciendo su trabajo, como mejor podía hacerlo, y yo no lo hice. Me rendí. Fue más fácil y menos problemático simplemente decirle adiós y alejarme, pensando en todo lo malo que habíamos tenido para tener fuerzas de quedarme lo más lejos posible.


Y aquí se acabó esta historia. Bien triste, ¿No creen?

He pasado esta última semana -porque eso llevamos desde que nos separamos- viviéndola en el séptimo círculo del infierno. Estoy triste, lloro a todas horas -una vez lloré hasta en la oruga, mega lol, porque la gente se asustó xp-, sólo quiero sentarme afuera de mi salón, entre las ráfagas del frío viento y las palabras de Stephen, que se dirigen hacia mí, consolándome de alguna manera. La música no me sabe igual. Y las noches son un verdadero suplicio.

Prefiero dormirme a las once de la noche que quedarme despierta a convivir un poco más, porque pienso en él y me dan ganas de llorar. Prefiero apagar mi celular y cerrar toda mi comuniación con el mundo, porque inevitablemente alguien va a decir algo que me lo recuerde.

Alguien va a decir algo sobre el ajedrez. Alguien va a hacer un comentario sobre algún libro. Alguien va a usar una frase. Alguien va a mencionar una canción. Alguien me va a hacer algo.

Y pienso:

"A Diego le gustaría, Diego me dijo esto una vez, Diego no lo aprobaría"

;_;



Y si bien, hay canciones, sentimientos, recuerdos, palabras que me vienen a la cabeza como flashes, destruyendo mi autocontrol y haciéndome desear poder gritarle a la cara todas las groserías posibles conocidas por los microbuseros de Tepito, no es suficiente. 

Sentir molestia, ira, por todo lo malo que me hizo pasar, no es suficiente para sacarme adelante de esta ruptura.

Por lo que volcarme a la tristeza es lo más sensato: Tristeza que, en vez de hacerme reflexionar mi posición en este plano existencial, es tristeza que vuelve líquido a mis sentimientos, es tristeza que me quita las ganas de convivir con mis amigos y es tristeza que me hace llorar hasta quedarme dormida.

Pero en esa tristeza y malestar combinadas, encuentro desesperación: Tengo que buscarlo. Tengo que hablar con él. ME URGE saber que está bien. Me urge saber que no me odia. Necesito saber que él no se siente igual -o peor, si es que hubiera posibilidad- que yo.


Pero todos me detienen.





Mis amigos creen que me merezco algo mejor. Mis amigos creen que estoy bien loca ALV por querer buscarlo. Mis amigos dicen: "Déjalo ir, Mariana, no tiene caso si nada va a cambiar". Ellos dicen que estaré mejor sin él, y que él igual estará mejor sin mí.

Mis padres creen que he perdido el juicio total.

Y nadie, ni siquiera yo, sé con seguridad qué fue lo que me hizo para que yo me transformara en esto. No sé si fue porque me agarró en una época bastante difícil de mi vida, o no sé si fue porque yo lo dejé entrar muy hondo o no sé si fue porque es él, porque así estaba "destinado a ser", pero ya no soy la misma.





Antes me mega incomodaba que me comparara a él. Que él dijera que éramos tan iguales. Me ofendía, la verdad, porque yo decía: OMG, YO NO PUEDO SER COMO ÉL, NO SOY TAN CALCULADORAMENTE CRUEL, YO SÍ TENGO UN CORAZÓN.

Y resulta que estuve equivocada, incluso en eso. 

Diego tenía razón: Soy igual a él.


Porque los dos somos un par de cabezas duras que se niegan a ceder. Y porque hacemos dramas de nada. Y porque nos hacemos pedazos, cuando la estamos pasando mal, y porque nos hacemos el amor, cuando la estamos pasando bien. Porque es cierto: Hablar con él es como hablar conmigo misma. Una versión más cursi y calmada y optimista, pero es lo mismo.
Él se esfuerza y se obsesiona por ver la vida con buenos ojos y yo siempre estoy buscando una razón para quejarme de la mía.
Él se mantiene frío y distante con los habitantes y eventos del mundo, y yo voy buscando el confort y el bienestar de cada criatura que me encuentro por mi camino.

Y porque tanto él y yo nos negamos a desatarnos del otro.




Hoy, por causa de mi corazón roto </3, se me ocurrió la genialísima idea de ver "Eterno Resplandor de Una Mente Sin Recuerdos". Recuerdo que hace como un año una amiga me la prestó y no le había entendido mucho.

No sé si fue porque ya pasó un año de eso o por mi situación actual y todo lo que está en mi mente, pero entendí perfectamente la película.

Yo era Joel, queriendo escapar de un mundo de oscuridad, confusión y dolor al que Clementine lo había sumergido tras someterse a un proceso científico que le hubiera borrado por siempre de su memoria. 

Yo era Joel, corriendo hacia el tren, sin tener idea del por qué. Yo era Joel, lloriqueando con mis amigos, preguntándome por qué Diego/Clementine me había hecho lo que me había hecho, queriendo tener una razón para su maldad, para esto que me pasaba. Yo era Joel, juntando todos mis recuerdos de Diego/Clementine, para poder olvidarlo y poder enfocarme en mi vida.

Y como es de esperar, Yo soy Joel, arrepintiéndome tarde. Yo soy Joel, escondiendo a Diego/Clementine en algún lugar de mi subconsciente para que no se lo lleven las corrientes de sensatez y sabiduría de mis amigos y mis progenitores. Yo soy Joel, negándome a dejarte ir.

Antes, solía pensar que Diego y yo éramos como Summer y Tom.

Pero ahora entiendo que somos como Clementine y Joel.




Tenías razón, querido Diego.


Siempre la has tenido, al menos sobre mí.


Lamento haberte hecho llorar más de lo que admitiste. Lamento haberte robado el sueño más de lo que me dijiste. Lamento haberte provocado más de alguna molestia. Lamento haber destruido tu autoestima, tu fe y tus ganas de seguir en algo conmigo.

Lamento haber roto tu corazón.

Lo lamento mucho, de verdad. Siempre te lo dije y siempre lo haré: Nunca mi intención fue lastimarte. Jamás lo haría por gusto. Jamás me atrevería por placer, o por curiosidad.

Porque tú eres muy importante para mí y esto es muy importante para mí.

No sé a ciencia cierta lo que busco conseguir con esto. No sé si esperar a que me busques, no sé si buscarte. No sé si esperar más silencio de tu parte, no sé si continuar con mi vida dejándote atrás con mis sentimientos por ti y mis recuerdos de ti.

No sé.

Tampoco sé si esto se acabó ya, desde la primera vez que peleamos, desde la primera vez que te dejé, o desde que nos conocimos. 
No sé si esto sea todo y ya jamás vuelva a saber de ti, por ti.

Tampoco sé si dentro de una hora me estés hablando nuevamente, con la esperanza de recuperar algo. No sé si dentro de cinco años, después de nuestra separación, nos habremos de encontrar en algún bar -nocierto, porque no me gustan los bares-, algún parque, alguna esquina, algún algo, nos miremos y sepamos que inició algo nuevo.

No sé si nos casaremos y tendremos tres hijos y un perrito y un gatito.

No sé si me acompañes a descubrir al mundo.

No sé si hoy sea lo último que escribo de ti y para ti.


Pero quiero agradecerte por todo.
Quiero ofrecerte una disculpa por todo.

Te amo, y así será para siempre.








viernes, 15 de enero de 2016

El Dolor Que Cambia Personas



     Hay una frase que escribió Haruki Murakami -uno de mis escritores favoritos, by the way- que dice así: 

"Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura: Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta"


     Cuando la leí, obviamente me impactó. En alguna parte de mi cerebro se almacenó y ahí permance. Es algo tan real, algo tan preciso, que me permití el lujo de guardarla en mi esencia y constamente pienso en eso. 

    Yo solía escuchar mucho a las personas eso de que "el dolor cambia a las personas". Lo veía en las películas, lo leía en los libros, hasta lo escuchaba en las canciones. Había atestiguado tantos casos de cosas verdaderamente aterradoras que habían sido producto del dolor ajeno, pero aun así no entendía. Lo leía, lo veía y me parecía tan superficial, tan fácil de evitar. Me decía a mí misma: "Cada quien controla sus sentimientos como mejor le convenga" y si alguien era incapaz de hacerlo, automáticamente lo tachaba de débil. Porque, bueno, se dejaba llevar por su misma humanidad. Yo decía: "no hay dolor que justifique las aberraciones que el mismo humano hace contra su hermano".

Eso decía.






Tenía una idea del dolor, o sea, ciertos eventos en mi vida me habían causado tal sensación. Pero lo superaba al cabo de un rato, podía volver atrás y decir: "Mmmm, creo que exageré un poquis".

El dolor jamás había alterado mi estilo de vida, ni mi manera de ver la vida ni mi manera de sentirla.


Entonces, caigo en cuenta de que lo que anteriormente había sentido distaba mucho del dolor. Ahora, abiertamente, puedo hacer la comparación: No había sentido dolor -al menos no tanto- en mi vida, sino hasta el pasado noviembre.



Si bien, es una porquería que un ser querido se muera -sobre todo cuando son muertes de la pinche nada-, y estoy familiarizada con la muerte, e intento darle sentido a través de la propia esencia humana a nuestro inevitable destino, de verdad, de verdad, esto ya evolucionó.



Estoy todo el tiempo triste. Ustedes podrán pensar que eso ya es natural en mí y sí, lo es un poco, pero no es tanto una tristeza artística que me auto-induzco yo misma. Es una tristeza pesada, de esas que te cuestan los gestos faciales. Es una tristeza indeleble, que se refleja en mis trabajos escolares, en mi manera de escribir, hasta de cantar. Es una tristeza mezclada y no con melancolía, sino con dolor. Es tristeza, no de esas que puedes disfrutar largo y tendido. Es de esas tristezas que te nublan los ojos con lágrimas, que te enfrían el cuerpo, que te atan a la cama y que te quita el hambre, el sueño, las ganas.

No es de esas tristezas lindas, románticas.

Es de esas tristezas silenciosas, ladronas.





Y, sí, me gusta estar triste, cuando son cosas que yo puedo controlar, las disfruto más.

Pero ahora esta tristeza de verdad ya me está pasando la factura. Es cansadísimo, tener que seguir mi rutina de vida, intentando ignorar el caos que existe dentro de mí.

Tengo cero ganas de hacer las cosas, pero me obligo a mí misma. Pienso: "Mi vida sigue, la vida sigue, todo sigue"... aunque yo no quiera, tengo que seguir.


Prefiero caminar dos cuadras más camino a mi escuela, para no tener que pasar por ahí. Para no tener que verlo en mi mente.

Pero es imposible. No importa adónde vaya, en mi mente hay un foco rojo que me lo recuerda a cada momento. 

No he escrito nada desde hace un par de semanas. No tengo el apetito para hacerlo. 

Me resulta difícil concentrarme. Me cuesta el doble poner atención a una película, a un libro, a una canción. 

Y siento que mis emociones vienen y van, sin detenerse, sin construir algo concreto.



Estoy confundida. 


A veces me levanto pensando: CÓMO DIABLOS PASÓ TODO. A veces pienso en él y es como si supiera que fue un error, que todo va a estar bien. Siempre lo busco con la mirada cuando estoy en la escuela, deseando por dentro verlo caminar por ahí. Salgo a las calles con mis amigos, temiendo la posibilidad de encontrármelo.

Lo recuerdo todo con tanta claridad. No lo entiendo. Todo fue tan rápido, que me cuesta analizarlo. Es como intentar tragarse un hueso. No puedo, no puedo. Pienso en que quizás lo veré en casa de mi abuela. Pienso que quizás mis tíos me preguntarán si lo frecuento mucho en la escuela. Pienso en si mis profesores se darán cuenta de mi parentezco.

Y caigo en cuenta de todo:

No está. 


Ya no está aquí.


Ya no me verá graduarme. Ya no me verá ganar mi primera plaza. Ya no me verá publicar mi primer libro. Ya no me verá viajar por el mundo. Ya no me verá casarme. Ya no me verá tener hijos. Ya no me verá convertirme en lo que quiero convertirme.

Él ya no me verá crecer.

No como yo quiero que lo haga.





Estoy enojada.


Ellos  no entienden cómo me siento, y me molesta mucho que quieran que ponga buena cara. Me mega fastidia que mis papás no me dejen llorar. Me mega fastidia que mis amigos no me dejen sentir mal. Me mega fastidia que mis profesores no me dejen estar en un silencio e inmovilidad digna de una papa.

Me molesta que todos quieran verme bien, feliz, saltando, cantando canciones de esperanza. Me molesta que no vean que le estoy echando ganas, pero que a veces no quiero levantarme de mi cama. Me molesta que no vean que estoy luchando contra todo esto, pero que a veces no puedo y las lágrimas me ganan.
Me molesta que no vean que estoy buscando una luz para salir de aquí, pero que a veces es demasiado y naturalmente me pierdo entre tanta oscuridad.


Me molesta que pretendan que olvide todo, como si olvidando las cosas fuera a resolver algo. Como si fingiendo que estoy bien, es como verdaderamente estaré bien.


No funcionan las cosas así.


Estoy enojada, muy enojada, porque no me dejan llevar mi luto en paz.

Mis papás quieren que siga escribiendo, a mi ritmo de antes. Mis amigos quieren que salga con ellos cada semana, como hacía antes. Mis profesores quieren que siga entregando tareas y haciendo mis cosas, como hacía antes.

La vida quiere que siga mi vida.

Y, está bien, lo entiendo. Yo sé que se preocupan por mí, y a nadie le gusta ver a un ser querido sufrir y chalalá.


Pero, la verdad es que su lástima yo NO la quiero. NO la necesito. NO me interesa.

Tal vez su compasión fuera buena.



Tal vez, si tuvieran compasión y paciencia, dejarían de estar pensando tonterías que luego hacen audibles:

-Mariana debería superar a su tío muerto. Tiene que pasar por la biblioteca algún día, no puede evitarla por siempre-

-Mariana tiene que salir adelante,... Y tomando hasta las tres de la madrugada será la manera en que lo haga-

-Mariana tiene que dejar de poner mala cara cada que sale al mundo convivir. Tiene que dejar de querer estar sola, porque eso sólo lo hará peor-

-Mariana tiene que amarme más y tenerme más confianza, porque sólo así yo podré ayudarla-


¿Saben qué?


Me ayudan más cuando no me preguntan nada. Me ayudan más cuando se sientan junto a mí, cuando yo estoy llorando, y no me tocan ni me dicen algún tipo de consuelo imbécil. Me ayudan más cuando no me obligan a sus cosas. Me ayudan más cuando se conforman con cualquier respuesta que les doy a su pregunta de "Cómo estás". Me ayudan más cuando me tienen paciencia. Me ayudan más cuando no me buscan manipular a partir de la culpa. Me ayudan más cuando me escuchan quejarme por horas y horas sobre cómo odio mi vida, sobre cómo no es justo lo que me pasa y sobre lo mucho que me duele vivir.

Me ayudan más, cuando me dejan ser.




Estoy nerviosa casi todo el tiempo -como si mis problemas de ansiedad y estrés no fueran suficientes-, todo me lo tomo muy en serio y a pesar de que me río muy alto, algo sigue sin cuadrar.


Sigo conviviendo con mis padres y mi hermana. Sigo saliendo con mis amigos. Sigo amando a mis parejas. Sigo enamorándome de mi trabajo. Sigo soñando, sigo comiendo pizza, sigo respirando.

Porque como antes dije, la vida sigue y yo debo, por mucho que no quiera, seguir con mi vida.


El punto aquí es que, la tormenta por la que estoy pasando, y que no sé cuándo dejaré atrás, me ha hecho otra persona.


No sé si más fuerte, no sé si más inteligente, no sé si más humana, no sé si más algo....


Pero sí, diferente.


Lo siento a cada respiro que doy, en cada paso que doy, con cada canción que escucho, con cada escena que leo, con cada abrazo que doy, con cada sueño que tengo, con cada deseo que hago...


Lo sé. 


Soy diferente.


Y no tienen idea de cuánto me extraño, a la vieja yo. 


He comenzado a cuestionarme más las cosas: ¿Realmente estoy haciendo lo que deseo? ¿Y si lo que pienso que quiero, no es lo que realmente quiero? ¿Y si todo lo que he planeado en mi vida, al final no me hace feliz?




Es normal, supongo, que me haga tantas preguntas y que ande toda descontrolada haciendo cosas que quizás en mi buen juicio no haría.


Es normal.


Fue un duro golpe el que recibí. Fue un destrozo que tengo que limpiar.... pero de algo estoy segura: Algo se murió con él. Lo sé. Lo siento. Casi puedo palpar mi alma y hallar el hueco que dejó.

Sé que las personas se asustan, mis amigos lo hacen, y quieren animarme. Mi amigo Ángel <3 me dijo, la vez que lo vi y hablamos de esto.

"Volverás a ser la misma de antes y todo estará bien" o algo así me hizo el comentario. Yo nada más negué con la cabeza y sonreí hacia el suelo.

"Ángel- le aseguré- realmente hay algo vacío en mí".


Lo hay. 


Pero no quiero pensar que eso es algo necesariamente malo. Al contrario. Podría ser el trampolín hacia mi éxito indudable. 

Por mientras, estoy ocupada lidiando con mis cosas mundanas, tomándome un día a la vez, agradeciendo lo que tengo que agradecer, llorar lo que tenga que llorar y seguir buscando algo que me levante al día siguiente. Algo que permita que mi corazón siga latiendo.


Sería muy triste morirme de un corazón roto.



Le echo ganas, amigos. De verdad lo hago.


De eso es lo único que deben preocuparse. En el momento en que me rinda, entonces sí entren en pánico. Cuando deje caer mi bandera blanca, entonces sí corran.

Por mientras, pido paciencia y comprensión y compasión.

Sé que es difícil que lo entiendan, porque quizás no han pasado por algo así. Por eso no pido que me entiendan.


Pero sí que respeten poquito mi duelo.


Tal vez no entiendan porqué no tengo ganas de platicar en la escuela, pero respeten que quiera estar sentada sola.

Tal vez no entiendan porqué no tengo ganas de salir al cine, pero respten que quiera quedarme en mi casa viendo la tele.

Tal vez no entiendan porqué no tenga ganas de hacer tarea, de participar, pero respeten que si de por sí no está en mi naturaleza hacer ese tipo de cosas, a veces quiero quedarme sentada en mi sillón leyendo un libro.

Tal vez no entiendan porqué no quiera decirles cosas cursis, o contestarles sus "te amo", pero respeten que a veces no siento las ganas de estar romántica.


Tal vez no entiendan porqué me pongo a llorar de la nada, después de un silencio incómodo, cuando llego a la escuela, cuando voy al baño del cine, cuando voy cantando canciones de Ellie Goulding en su carro, cuando estoy durmiendo, cuando estoy riendo...

Pero respeten que este corazón roto ocupa tiempo para sanar.

Y a pesar de que sé y me consta ahora, que el dolor cambia personas... les aseguro que yo me estoy esforzando para ser mejor persona después de esto.


Porque algún día pasará la tormenta y yo ya habré aprendido a bailar bajo la lluvia.


viernes, 8 de enero de 2016

Enamorándome De Mi Maestro


Nunca está de más iniciar con una advertencia:

  • El título ya es de por sí polémico por cuales sean los ojos con los que lo mires -morales, éticos, profesionales e incluso legales-, así que les pido discresión.
  • Si tienen alguna duda, por favor, pregúntenme directamente a mí. Evítense la molestia de andar preguntando con mis amigos y familiares. Ellos cero que ver aquí.
  • Y si van a difundir rumores por esto -como ya han hecho antes, me consta, como dos veces- por favor, por lo menos que sean verdad. 


Gracias.




Nunca he creído en eso del amor a primera vista. La única vez que algo que pudiera entrar en esa categoría me pasó, estuvo muy lejos del amor.

Por eso, yo no entendía la emoción y admiración que este hombre causaba en mis compañeras. Había oído algunos comentarios de chicas de cursos superiores e incluso un par de comentarios de los maestros por los pasillos, pero cuando entró al salón, todas mis expectativas se vinieron abajo.

Era un hombre joven, a lo mucho que le calculaba unos treinta años. Era un hombre con una sonrisa amble. Era un hombre. Eso era todo. No había más.

Abrí los ojos mejor para ver si captaba algo que las demás captaban, pero al final del día, nada.

Nada que pudiera importarme en él apareció.. Nada que pudiera hacer que un interés genuino naciera en mi ser. Nada.

Era un hombre cualquiera. Un maestro más. Y yo era una chica cualquiera, una alumna más.




No entendía porqué mis amigos le echaban carrilla a una amiga mía con ese maestro. No entendía porqué mis compañeras se arreglaban mejor cada vez que sabíamos que tendríamos clase con él. No entendía porqué de vez en cuando este hombre se sonrojaba con algún comentario -tirándole a piropo- dirigido a él dentro de la escuela.

Realmente no lo entendía.


¿Era guapo?

Pues... meh. Podía ser guapo, pero nada fuera del otro mundo.

¿Era inteligente?

Pues.... meh. Dentro de los estándares, lo era. Pero fácilmente podía decir que yo era mucho más culta e inteligente que este señor.

¿Era buena onda?

Entonces, llegué a la conclusión de que ignoraba eso. No lo conocía. No podía juzgarlo en esa faceta, porque no sabía nada de él.

Conocía su nombre y una muy breve historia que nos había contado a inicio de curso, pero eso era todo. Sólo sabía que le gustaba mucho ser maestro.

Una luz se encendió en mi cabeza: ¿Y si era su personalidad lo que atraía a las personas? Yo me había tomado mi tiempo para juzgarlo de pies a cabeza, desde su voz hasta su caligrafía, juzgando su redacción, ortografía, etc.

Pero su personalidad, su esencia de humano la había dejado pasar. ¿Y si era eso lo que otros veían que yo no veía?




Cuando esa posibilidad brilló en mi cabeza, un mundo de revelaciones se abrió paso ante mí:

Tenía una sonrisa muy bonita, muy cálida.
Tenía una voz muy dulce, muy de terciopelo.
Tenía unos gestos como de niño pequeño, lo que lo hacía adorable.
Tenía esa calidez humana natural, que te invitaba a querer estar más cerca de él.
Tenía ese aroma muy varonil, muy atractivo.

Y no sólo era eso.

Era incluyente; jamás lo vi excluir a nadie por ninguna razón.
Era paciente
Era dulce
Era comprensivo

Todo en conjunto, lo hacía como una mezcla extraña de un hombre del México actual:

Un hombre de edad media, guapo y con una humanidad intacta, indeleble, que funcionaba como gravedad. Comenzabas a mirarlo y esa luz en sus ojos te llamaba a que le hablaras. Le hablabas y esa voz, esas respuestas, te llamaban a que miraras dentro de su cabeza. Mirabas dentro de su mente, y esos pensamientos, sentimientos y vivencias te arrastraban cada vez más y más... Y cuando te dabas cuenta, ya estabas hasta el cuello de él, de su esencia como alma humana, de su ser.

Sentimientos de calidez y nerviosismo comenzaron a desparrarmarse por sobre mi estómago, inundando cada rincón de mi cuerpo y mi alma. ¿Qué era eso que sentía? ¿Qué era esto que pensaba?

No podía evitar sonreír ante la mención de su nombre: "Ya nos toca clase con *****". No podía evitar sonreír al verlo pasar por los pasillos. No podía evitar sentirme extasiada cada vez que el tipo ponía sus ojos sobre mí.

¿Qué era esto?




Lo que fuera, abrió mis ojos o envenó mi percepción:

De repente noté cómo solía olvidar los nombres de mis compañeros, a excepción del mío. Siempre recordaba el mío.

De repente noté cómo, durante las clases, me miraba y me hacía preguntas, para incluirme en la dinámica escolar.

De repente noté cómo, a pesar de que mi desvergonzada pereza me hacía saltarme algunas clases u omitir ciertos trabajos, en sus exámenes por alguna razón me iba bien y siempre me dejaba el 10 de calificación.

De repente noté cómo se me acercaba y me sonreía cada vez que yo llegaba con mala cara al salón al ser presa de algún problema personal -ya sea familiar, emocional, de amistad o equis-

De repente noté cómo su manera de dirigirse hacía mí era diferente. Noté cómo solía mirarme diferente.


¿Pero qué era todo eso?


¿Era porque veía en mí una hija que no tenía?¿Veía algún potencial escondido muy a lo Son Gohan? ¿Veía algo más? ¿Me veía como alumna, una escuincla más con sueños imposibles? ¿O veía en mí una mujer con firmeza en sus decisiones?

¿Qué era lo que tanto veía en mí?


Esta paranoia, junto a estos sentimientos y mi complejo de única y especial se agudizaron al acercarme más a él.


Por casualidades del destino, coincidíamos varias veces por mi escuela. Él se hizo muy amigo de mis amigos, por lo tanto, muy amigo mío.
Nuestro trato traspasó las barreras frías de la escuela...

Y, entonces, mi profesor se convirtió en mi amigo.


Pero, qué diablos me pasaba. ¿Estaba yo enamorada de mi amigo, el maestro que me daba clases?





Veía la facilidad con la que rechazaba a las chicas que se le insinuaban. Veía la facilidad con la que se deslindaba de sus tratos hacia ellas. Y temí.

¿Podían mis sentimientos crecer hasta el grado de intervenir en mi relación con él?

Si yo comenzaba a no sentir el suelo cuando estaba parada junto a él, ¿Eso terminaría con mi amistad con este hombre?


Por ética, se sabe que no te debes "meter" con tus clientes en el sentido del doctor, maestro y policía. Mis padres decían que eso era abusar de su poder, y sobre todo viniendo de alguien que casi me doblaba la edad.

Yo estaba aterrada.

¿Y si me enamoraba de él y eso le causaba algún tipo de dolor?

¿Y si eso hacía que se separara de su esposa? ¿Que le quitaran el trabajo, el título de maestro? ¿Y si eso hacía que lo mandaran a la cárcel por "pedofilia"?


Oh, no, había comenzado a entrar en pánico...

-"Mariana, es tu maestro, wtf contigo, es un don y tú una niñata"-
-"OMG Mariana, eso es pedofilia"-
-"Jamás te hará caso, a menos que sea en verdad un pervertido"-
-"Probablemente tiene hijos de tu edad"-


Las palabras de mis amigos me daban vuelta en la cabeza. ¿Y si, y si, y si y si?


Llegué a un punto en el precipicio en el que simplemente me dejé llevar por mis sentimientos:

Yo sentía admiración por este hombre... pero no del tipo al que se le tiene a un maestro. Claro, era mi maestro y era un buenísimo maestro.

Pero a mí no me gustaba como maestro.

A mí me gustaba como hombre.

Con esa idea en mente y mis sentimientos claros, decidí actuar:

Tal vez no conseguiría nada con él. Tal vez nunca jamás se fijaría en mí. Tal vez ni siquiera le cayera tan bien. Tal vez ni...

Pero no me iba a quedar en mi tal vez.


Por lo que, de una semana a otra, me convertí en una mujer. Me obligué a dejar mis niñerías baratas. Ahora sería madura, y me arreglaría como una mujer, y actuaría como una mujer y tendría "vida" de mujer.
Si él era un hombre, yo dejaría de ser una niña para ser la mujer que pudiera llamar su atención.

Así que arreglé mi ropa para verme más provocativa, arreglé mi maquillaje y peinado para verme más "grande" y arreglé mi comportamiento para verme más experimentada...

¿Funcionó?


OMG, no.

Yo tenía quince años entonces y recién saldría de la secundaria y recién había tenido una relación muy rara con uno de mis compañeros.

Yo tenía quince años y mi maestro de química cuarenta y tres. Estaba casado y tenía hijos de mi edad. Él me veía como una alumna más, quizás una amiga, pero eso era todo. No importa cuántos sentimientos albergué por él, eso nunca me movió de mi lugar... Por lo que decidí aprender la lección:

Jamás nadie se va a fijar en mí porque soy una escuincla babosa y un hombre mayor jamás me vería como algo más.

Decidí no volver a fijarme en otra autoridad, porque mi desenlace de mi primera vez no fue bonito.

O sea, sí fue bonito porque nos apreciábamos mucho y nos hacíamos bromas y nos llevábamos de pelos, pero eso se quedó hasta ahí.

Yo, en mis fantasías de novata, escribí una historia sobre algo parecido: Una desaliñeada chica de quince años, fanática de los libros y con una tendencia a alejarse de las personas entablaba una relación de amistad que evolucionaba a un amor intenso con su maestro de español, un hombre que atravesaba un turbulento divorcio.

En mi mente, eso era padrísimo. No sólo era sentirme la "elegida" -recuerden mi complejo de única y especial-, sino que era traspasar murallas de lo tabú, lo prejuicial, lo peligroso. Vamos, lo inmoral.

Me imagino que en este punto estarán como: "Pinche Mariana, eres una pervertida con daddy issues".

Pues déjenme decirles que ni uno ni lo otro (tal vez lo primero sí).



Una cree que con ponerse reglas, eso evitará que se meta en problemas.

Pues, funcionó durante mi etapa de preparatoria. Pero ahora que estoy en la carrera, siento que me volvió a ocurrir lo mismo:


Un hombre, quien fungía como mi maestro por un semestre, comenzó a desenvolverse diferente ante mis ojos. Para hacer el cuento menos largo, terminé por desarrollar sentimientos no tan amigables hacia él.

Sí, me gustaba.

¿Y es que cómo no me iba a gustar? Si es tan buen hombre... pero es mi maestro -o al menos lo fue-

¿Se queda esa historia en que suelo tener crush con mis "superiores"?


No, no son crushes.


Estoy un 98% segura de que esta vez me enamoré. Bueno, no es como si la primera vez no hubiera sido un enamoramiento, o sea, sí lo fue, pero de los enamoramientos a los quince a los enamoramientos a los veinte hay un mundo de diferencia. Un mundo de cinco años.

Creo que es correcto afirmar que me enamoré, sin querer, de mi maestro.

E intento ser profesional y madura con respecto a este asunto, pero hay veces en las que es imposible...


Lo miro, y es como mirar a la luna. Tengo esa necesidad de mirarlo cada vez más.

Le hablo y es como hablar con un agujero negro. Tengo esa necesidad de hablarle más y más.

Le conozco y es como leer el prólogo de un libro: Tengo esa necesidad de conocerlo mejor, leerlo mejor.

Lo toco y es como tocar una nube: No sabes si es real, pero quieres hacerlo, quieres seguir tocándolo, quieres que te siga tocando, cada vez más, cada vez mejor, cada vez más duradero...

Y, omg, ya no soy una niña.

Bueno, a comparación de antes, ya no soy una niña. Como dicen mis amigos: Bien fácil puedo ir a insinuármele y aprovecharme de su situación, peeeero no lo voy a hacer.

Y ustedes dirán: OMG MARIANA SI TE GUSTA TANTO ¿POR QUÉ NO VAS A INTENTAR LIGÁRTELO?

Simple y sencillamente porque yo no "me ligo" a nadie. No me ha gustado cortejar a nadie nunca en mi vida. Siento que es engañar para llegar a lo que yo quiero y no está cúl. No está cul aprovecharme de alguien así. Así lo veo yo, llámenme old fashioned, pero así veo las cosas.

Yo tendría que ser clara y directa: ¿Sabe qué? Pues me gusta un chingo y creo que estoy enamorada de usted. ¿Cómo le hacemos?


Pero no lo hago por dos cosas:

-Le temo a su rechazo (un chingo, la neta, para qué les miento, obvio me da miedo ser rechazada)
-¿Qué tal que me vuelve a dar clases o termina siendo mi asesor u OMG? Estaríamos mega incómodos con cual sea que fuera el resultado.

De sólo imaginarlo, me da cosa.


Siento como que soy una pervertida y probablemente lo soy, por andarme fijando en autoridades que casi me doblan la edad. ¿Pero qué se le puede hacer? En el corazón no se manda.




¿Qué hago yo?

Pues ser su amiga.

Me gusta ser su amiga, aunque a veces eso alimente a mis fantasiosas idealizaciones románticas entorno a él, pero me gusta serlo. Siento que lo puedo conocer mejor así, que a de novia.

Tampoco es como si me quisiera casar con él, lol, no.

Yo no me quiero casar con nadie -buenoconStephenKingsí- ni quiero nada serio con alguien. No puedo con los compromisos.

Tal vez una aventurilla estaría biDIGO, bueno, lo que sea que la vida tenga preparado está bien. He aprendido a aceptar mi destino.

Hay personas que me dicen que sí debería intentarlo, que sí debería buscar algo, pero siempre respondo:

Estaría increíble porque así cumpliría mi fantasía de los quince años, pero a la vez creo que me traería problemas.

Quiero decir, siempre que andas -yo, en especial- con alguien, surgen problemas. Ahora imagínate que anduvieras con tu profesor. Pos no, qué miedo con los chismes y los problemas legales y morales y... uuffffff. Ya me dolió la cabeza de sólo pensarlo.


Pienso en ello constantemente.

Gracias a esto, me he vuelto un ser sumamente inseguro -yo no era de sentir celos y omg ahora no puedo dejar de sentirlos-.
Se han metido bastantes amistades en esto y la neta, problema de tres, ya es problema de manada y a mí me mega castran esos problemas.

Y pues, ya. A veces tengo sueños bien raros (7u7) y me doy de topes contra la pared porque es como revivir esta historia con Darren Falso.

Pienso que, tal vez, si le digo a mi maestro que me gusta, este sentimiento se vaya.

¿Y si no?

Pues me mato alv



Pd:

Escuchen Your Type de Carly Rae Jepsen y omg es como *0* es el soundtrack de esta(s) historia(s).

Pd2:

No sean putos y anden por ahí haciendo comentarios imbéciles. Lo que quieran preguntar, háganmelo personal. O por inbox. O por DM. Les diría que por ask, pero qué oso :$

Pd3:

Déjenme vivir :'( 

viernes, 1 de enero de 2016

Whatsapp borrachos, bras rojos y años nuevos



     Muchos tenemos la creencia de que, con año nuevo, se vienen nuevas oportunidades para cambiar nuestros poco saludables estilos de vida y podemos luchar por nuestros sueños y ser mejores personas. Digo "tenemos", porque yo también creo en eso. No tanto porque tenga el propósito de abandonar algo que me haga daño o pretenda comenzar alguna actividad física regular o algo así. Más bien hablo de que con año nuevo, puedo fingir que es un libro nuevo el que me han dado y sus páginas están en blanco y puedo ser libre de usar el pincel que quiera para escribir, pintar y arrancar lo que se me venga en gana.

Suena cliché, pero así lo veo. 

Los inicios me gustan mucho. Es como pensar en un lienzo blanco... es emocionante pensar lo que puedes pintar ahí, ¿No? Las posibilidades, los colores, todo está en tu cabeza...

Me gustan estas fiestas, porque pienso que la mayoría del mundo se emociona por algo en común y eso me gusta. Me hace pensar podemos unirnos como humanidad, aunque sea para celebrar algo. 




Además de la ficticia unión de la raza humana por estas fiestas, me encanta la idea de que puedo iniciar cosas gracias a la facilidad relativa de las fechas. Quiero decir, me es más fácil iniciar proyectos cuando puedo iniciarlos con el año, así llevo cuenta del tiempo. 

O sea, por ejemplo, este blog y la antigua versión, ambos los inicié al inicio del año. Es lindo. Me hace sentir como... limpia, no sé, creo que eso es algo muy extravagante, pero creo que es más fácil para todos pensar así. 
Si iniciamos algo, al mismo tiempo que el año incia, es como motivador.

O eso pienso yo.

     Ahora bien, ¿A qué viene al caso el título? 


     Este año decidí salir de mi casa a pasar el año nuevo en un lugar diferente, un karaoke. Nos reuniríamos varios amigos, tomaríamos alcohol en copas y cantaríamos canciones de Luis Miguel y Gloria Trevi como las finísimas personas que somos. 


Peeeero, como siempre, algo tiene que salir mal. Mi hermana decidió enfermarse esta semana, por lo que cuando llegó el 31, ella seguía con la nariz congestionada y dolor de garganta y cuerpo. Yo estaba que me cargaba el payaso.

Mis padres decidieron aminorar el problema al traer a casa varias cosas de nuestro interés común: Pizza, uvas, doritos y lo más importante: ALCOHOL.

Hell yeah!

Ya estaba preparado mi año nuevo en mi casa.





Empecé la noche al ver Me, Earl & The Dying Girl y DÉJENME DECIRLES QUE ES UNA PELÍCULA SAGRADA QUE DEBEMOS PROTEGER A TODA COSTA. De verdad, véanla, pero en fin, ese es otro tema.
Cené pizza, y comencé a darle tragos a mi inocente vodka preparado sabor cítricos. Mi mamá había comprado 4 botellitas -dos para mí y dos para mi hermana-, además de una botella de vino tinto y bueno, en mi casa siempre hay tequila por si alguien se quiere alocar. 
Pasamos a las uvas y yo me atraganté con todas, pasándome una a una sin saborear, apenas masticadas y sin pedir ni un solo deseo. 

Yo seguía en tuiter y revisaba mi whats porque andaba platicando con unas personitas, cuando entonces me percaté de que ya llevaba la tercera botella.

O sea, me había tomado mi parte, y además la de mi hermana. Pero yo juraba que estaba bien.

Admito que al pararme para ir al baño me mareé poquito, pero así como pudo ser culpa del alcohol, pudo ser culpa del vértigo que me dio por moverme tan rápido. 
No parece una excusa tan creíble, ahora que lo pienso u.u Pero yo estaba bien. Estaba alegre, cantando canciones de Amanda Miguel y respondiendo a mis seres queridos por whats.

Entonces, pasó lo inevitable:


El alcohol se apoderó de mí y cuando eso sucede, me vuelvo MUY MUY MUUUUY HONESTA.


Entonces me puse a mandar a diestra y ziniestra mensajes de whatsapp a todos mis contactos, para desearles feliz año nuevo y chalalá. 

Total que no paró ahí; terminé diciendo cosas que en mi sano juicio no diría, terminé haciendo preguntas que en mi sano juicio no haría, terminé sintiendo cosas que en mi sano juicio sentiría.

Y yo estaba feliz con eso. O sea, dentro de mi mente mareada y confundida, de verdad estaba convencida de que lo que hacía era genial y era cúl y era lo que quería hacer y que no era tan malo.

Okay, no fue malo.

Fue ATERRADOR.




Total que yo iba por ahí, diciéndole a la gente lo mucho las amaba, o preguntándoles porqué me decían cosas bonitas cada vez que platicábamos o pidiendo fotos de ellos sin ropa.

Pero era año nuevo, carajo. Y yo estaba ahí, con cuatro botellas de vodka encima, dos copas de vino y tal vez me pasaría al bando del tequila en un par de momentos.


Usaba ropa muy equis para recibir el año nuevo y mi peinado apenas era una coleta mal hecha y el maquillaje ya se me había corrido y mis uñas pintadas dejaban mucho que desear. Pero eso sí, me preparé y me puse mi bra rojo -por lo menos para esperar un novio decente este año. Esperemos que se llame Stephen y se apellide King-.
No soy de creer en esas cosas, pero rayos, pensé que tal vez me pasaba lo que me pasaba por no creer en eso. En fin jajajajajaja, esperemos que sirva para algo y si no, pues por lo menos fue gracioso por un rato.


Me quedé dormida a las 4 y media de la madrugada, justo cuando le había dicho a alguien que nos podíamos acompañar hasta el amanecer y bueno... no se acaba la historia ahí.


Cuando desperté, a medio día, tomé mi celular que zumbaba como una colmena de abejas furiosas y abrí whatsapp. Mi reacción fue la siguiente:




HOLY FUCK, POR QUÉ NADIE ME QUITÓ EL CELULAR EN EL MOMENTO EN QUE VIERON QUE COMENZABA A TECLEAR.



Dios, Dios. 

Obvio sí recordaba con quién había hablado -másomenos-, pero había olvidado los temas de conversación o siquiera lo que yo les había dicho...

Por lo que cuando abrí los mensajes, retrocedí en mis conversaciones y omg, OMG.
 OH MY GOKU


;_;


Qué bonita manera de iniciar el año. Arruinándomelo desde el primer día.


Pasé algunas ideas locas en mi cabeza para justificar mi comportamiento; algunas personas ya les pedí perdón por mi comportamiento salvaje, ya me tragué el orgullo y saludé bien a algunas personas y con otras ni siquiera he sacado el tema, porque me muero de pena ajena...

Oh, Dios.


OH DIOS.


Jamás en mi vida me había sentido tan avergonzada de mi propio comportamiento Y VAYA QUE ESO ES DECIR MUCHO.








Y pues ya, eso es todo.


Aquí se acaba la historia. Si ya sé cómo me pongo con unas gotas de alcohol, ¿POR QUÉ ME DEJAN EL CELULAR?

Me da gusto saber que algunos amigos se lo han tomado con mucho humor y me tienen paciencia. A los que no:

Sorry.

Y a los que les dije cosas muy comprometedoras:

pls, sorry, i was drunk.






Como conclusión:

Hace rato, cuando tuve un momento para mi intimidad, me di cuenta de que estaba usando los calzones al revés. 

Y ese es mi inicio de año.



Propósito de año #1:

No voy a decir que voy a dejar de beber, porque no es realista y ciertamente, no quiero hacerlo. Pero sí voy a dejar de usar el teléfono cuando esté haciéndolo.
Y si sí lo uso.... será con personas que tomen con humor mis payasadas ;_; 



A propósito...


¿YA VIERON QUE MI BLOG TIENE NUEVA IMAGEN, NUEVO FORMATO Y UN PLAYLIST APROPIADO?

omg, amigos, no olviden darme sus opiniones.

Gracias.


Y feliz 2016 a todos los que leen y a los que no... pues ya lean.