Hay una frase que escribió Haruki Murakami -uno de mis escritores favoritos, by the way- que dice así:
"Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura: Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta"
Cuando la leí, obviamente me impactó. En alguna parte de mi cerebro se almacenó y ahí permance. Es algo tan real, algo tan preciso, que me permití el lujo de guardarla en mi esencia y constamente pienso en eso.
Yo solía escuchar mucho a las personas eso de que "el dolor cambia a las personas". Lo veía en las películas, lo leía en los libros, hasta lo escuchaba en las canciones. Había atestiguado tantos casos de cosas verdaderamente aterradoras que habían sido producto del dolor ajeno, pero aun así no entendía. Lo leía, lo veía y me parecía tan superficial, tan fácil de evitar. Me decía a mí misma: "Cada quien controla sus sentimientos como mejor le convenga" y si alguien era incapaz de hacerlo, automáticamente lo tachaba de débil. Porque, bueno, se dejaba llevar por su misma humanidad. Yo decía: "no hay dolor que justifique las aberraciones que el mismo humano hace contra su hermano".
Eso decía.
Tenía una idea del dolor, o sea, ciertos eventos en mi vida me habían causado tal sensación. Pero lo superaba al cabo de un rato, podía volver atrás y decir: "Mmmm, creo que exageré un poquis".
El dolor jamás había alterado mi estilo de vida, ni mi manera de ver la vida ni mi manera de sentirla.
Entonces, caigo en cuenta de que lo que anteriormente había sentido distaba mucho del dolor. Ahora, abiertamente, puedo hacer la comparación: No había sentido dolor -al menos no tanto- en mi vida, sino hasta el pasado noviembre.
Si bien, es una porquería que un ser querido se muera -sobre todo cuando son muertes de la pinche nada-, y estoy familiarizada con la muerte, e intento darle sentido a través de la propia esencia humana a nuestro inevitable destino, de verdad, de verdad, esto ya evolucionó.
Estoy todo el tiempo triste. Ustedes podrán pensar que eso ya es natural en mí y sí, lo es un poco, pero no es tanto una tristeza artística que me auto-induzco yo misma. Es una tristeza pesada, de esas que te cuestan los gestos faciales. Es una tristeza indeleble, que se refleja en mis trabajos escolares, en mi manera de escribir, hasta de cantar. Es una tristeza mezclada y no con melancolía, sino con dolor. Es tristeza, no de esas que puedes disfrutar largo y tendido. Es de esas tristezas que te nublan los ojos con lágrimas, que te enfrían el cuerpo, que te atan a la cama y que te quita el hambre, el sueño, las ganas.
No es de esas tristezas lindas, románticas.
Es de esas tristezas silenciosas, ladronas.
Y, sí, me gusta estar triste, cuando son cosas que yo puedo controlar, las disfruto más.
Pero ahora esta tristeza de verdad ya me está pasando la factura. Es cansadísimo, tener que seguir mi rutina de vida, intentando ignorar el caos que existe dentro de mí.
Tengo cero ganas de hacer las cosas, pero me obligo a mí misma. Pienso: "Mi vida sigue, la vida sigue, todo sigue"... aunque yo no quiera, tengo que seguir.
Prefiero caminar dos cuadras más camino a mi escuela, para no tener que pasar por ahí. Para no tener que verlo en mi mente.
Pero es imposible. No importa adónde vaya, en mi mente hay un foco rojo que me lo recuerda a cada momento.
No he escrito nada desde hace un par de semanas. No tengo el apetito para hacerlo.
Me resulta difícil concentrarme. Me cuesta el doble poner atención a una película, a un libro, a una canción.
Y siento que mis emociones vienen y van, sin detenerse, sin construir algo concreto.
Estoy confundida.
A veces me levanto pensando: CÓMO DIABLOS PASÓ TODO. A veces pienso en él y es como si supiera que fue un error, que todo va a estar bien. Siempre lo busco con la mirada cuando estoy en la escuela, deseando por dentro verlo caminar por ahí. Salgo a las calles con mis amigos, temiendo la posibilidad de encontrármelo.
Lo recuerdo todo con tanta claridad. No lo entiendo. Todo fue tan rápido, que me cuesta analizarlo. Es como intentar tragarse un hueso. No puedo, no puedo. Pienso en que quizás lo veré en casa de mi abuela. Pienso que quizás mis tíos me preguntarán si lo frecuento mucho en la escuela. Pienso en si mis profesores se darán cuenta de mi parentezco.
Y caigo en cuenta de todo:
No está.
Ya no está aquí.
Ya no me verá graduarme. Ya no me verá ganar mi primera plaza. Ya no me verá publicar mi primer libro. Ya no me verá viajar por el mundo. Ya no me verá casarme. Ya no me verá tener hijos. Ya no me verá convertirme en lo que quiero convertirme.
Él ya no me verá crecer.
No como yo quiero que lo haga.
Estoy enojada.
Ellos no entienden cómo me siento, y me molesta mucho que quieran que ponga buena cara. Me mega fastidia que mis papás no me dejen llorar. Me mega fastidia que mis amigos no me dejen sentir mal. Me mega fastidia que mis profesores no me dejen estar en un silencio e inmovilidad digna de una papa.
Me molesta que todos quieran verme bien, feliz, saltando, cantando canciones de esperanza. Me molesta que no vean que le estoy echando ganas, pero que a veces no quiero levantarme de mi cama. Me molesta que no vean que estoy luchando contra todo esto, pero que a veces no puedo y las lágrimas me ganan.
Me molesta que no vean que estoy buscando una luz para salir de aquí, pero que a veces es demasiado y naturalmente me pierdo entre tanta oscuridad.
Me molesta que pretendan que olvide todo, como si olvidando las cosas fuera a resolver algo. Como si fingiendo que estoy bien, es como verdaderamente estaré bien.
No funcionan las cosas así.
Estoy enojada, muy enojada, porque no me dejan llevar mi luto en paz.
Mis papás quieren que siga escribiendo, a mi ritmo de antes. Mis amigos quieren que salga con ellos cada semana, como hacía antes. Mis profesores quieren que siga entregando tareas y haciendo mis cosas, como hacía antes.
La vida quiere que siga mi vida.
Y, está bien, lo entiendo. Yo sé que se preocupan por mí, y a nadie le gusta ver a un ser querido sufrir y chalalá.
Pero, la verdad es que su lástima yo NO la quiero. NO la necesito. NO me interesa.
Tal vez su compasión fuera buena.
Tal vez, si tuvieran compasión y paciencia, dejarían de estar pensando tonterías que luego hacen audibles:
-Mariana debería superar a su tío muerto. Tiene que pasar por la biblioteca algún día, no puede evitarla por siempre-
-Mariana tiene que salir adelante,... Y tomando hasta las tres de la madrugada será la manera en que lo haga-
-Mariana tiene que dejar de poner mala cara cada que sale al mundo convivir. Tiene que dejar de querer estar sola, porque eso sólo lo hará peor-
-Mariana tiene que amarme más y tenerme más confianza, porque sólo así yo podré ayudarla-
¿Saben qué?
Me ayudan más cuando no me preguntan nada. Me ayudan más cuando se sientan junto a mí, cuando yo estoy llorando, y no me tocan ni me dicen algún tipo de consuelo imbécil. Me ayudan más cuando no me obligan a sus cosas. Me ayudan más cuando se conforman con cualquier respuesta que les doy a su pregunta de "Cómo estás". Me ayudan más cuando me tienen paciencia. Me ayudan más cuando no me buscan manipular a partir de la culpa. Me ayudan más cuando me escuchan quejarme por horas y horas sobre cómo odio mi vida, sobre cómo no es justo lo que me pasa y sobre lo mucho que me duele vivir.
Me ayudan más, cuando me dejan ser.
Estoy nerviosa casi todo el tiempo -como si mis problemas de ansiedad y estrés no fueran suficientes-, todo me lo tomo muy en serio y a pesar de que me río muy alto, algo sigue sin cuadrar.
Sigo conviviendo con mis padres y mi hermana. Sigo saliendo con mis amigos. Sigo amando a mis parejas. Sigo enamorándome de mi trabajo. Sigo soñando, sigo comiendo pizza, sigo respirando.
Porque como antes dije, la vida sigue y yo debo, por mucho que no quiera, seguir con mi vida.
El punto aquí es que, la tormenta por la que estoy pasando, y que no sé cuándo dejaré atrás, me ha hecho otra persona.
No sé si más fuerte, no sé si más inteligente, no sé si más humana, no sé si más algo....
Pero sí, diferente.
Lo siento a cada respiro que doy, en cada paso que doy, con cada canción que escucho, con cada escena que leo, con cada abrazo que doy, con cada sueño que tengo, con cada deseo que hago...
Lo sé.
Soy diferente.
Y no tienen idea de cuánto me extraño, a la vieja yo.
He comenzado a cuestionarme más las cosas: ¿Realmente estoy haciendo lo que deseo? ¿Y si lo que pienso que quiero, no es lo que realmente quiero? ¿Y si todo lo que he planeado en mi vida, al final no me hace feliz?
Es normal, supongo, que me haga tantas preguntas y que ande toda descontrolada haciendo cosas que quizás en mi buen juicio no haría.
Es normal.
Fue un duro golpe el que recibí. Fue un destrozo que tengo que limpiar.... pero de algo estoy segura: Algo se murió con él. Lo sé. Lo siento. Casi puedo palpar mi alma y hallar el hueco que dejó.
Sé que las personas se asustan, mis amigos lo hacen, y quieren animarme. Mi amigo Ángel <3 me dijo, la vez que lo vi y hablamos de esto.
"Volverás a ser la misma de antes y todo estará bien" o algo así me hizo el comentario. Yo nada más negué con la cabeza y sonreí hacia el suelo.
"Ángel- le aseguré- realmente hay algo vacío en mí".
Lo hay.
Pero no quiero pensar que eso es algo necesariamente malo. Al contrario. Podría ser el trampolín hacia mi éxito indudable.
Por mientras, estoy ocupada lidiando con mis cosas mundanas, tomándome un día a la vez, agradeciendo lo que tengo que agradecer, llorar lo que tenga que llorar y seguir buscando algo que me levante al día siguiente. Algo que permita que mi corazón siga latiendo.
Sería muy triste morirme de un corazón roto.
Le echo ganas, amigos. De verdad lo hago.
De eso es lo único que deben preocuparse. En el momento en que me rinda, entonces sí entren en pánico. Cuando deje caer mi bandera blanca, entonces sí corran.
Por mientras, pido paciencia y comprensión y compasión.
Sé que es difícil que lo entiendan, porque quizás no han pasado por algo así. Por eso no pido que me entiendan.
Pero sí que respeten poquito mi duelo.
Tal vez no entiendan porqué no tengo ganas de platicar en la escuela, pero respeten que quiera estar sentada sola.
Tal vez no entiendan porqué no tengo ganas de salir al cine, pero respten que quiera quedarme en mi casa viendo la tele.
Tal vez no entiendan porqué no tenga ganas de hacer tarea, de participar, pero respeten que si de por sí no está en mi naturaleza hacer ese tipo de cosas, a veces quiero quedarme sentada en mi sillón leyendo un libro.
Tal vez no entiendan porqué no quiera decirles cosas cursis, o contestarles sus "te amo", pero respeten que a veces no siento las ganas de estar romántica.
Tal vez no entiendan porqué me pongo a llorar de la nada, después de un silencio incómodo, cuando llego a la escuela, cuando voy al baño del cine, cuando voy cantando canciones de Ellie Goulding en su carro, cuando estoy durmiendo, cuando estoy riendo...
Pero respeten que este corazón roto ocupa tiempo para sanar.
Y a pesar de que sé y me consta ahora, que el dolor cambia personas... les aseguro que yo me estoy esforzando para ser mejor persona después de esto.
Porque algún día pasará la tormenta y yo ya habré aprendido a bailar bajo la lluvia.
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