Nunca está de más iniciar con una advertencia:
- El título ya es de por sí polémico por cuales sean los ojos con los que lo mires -morales, éticos, profesionales e incluso legales-, así que les pido discresión.
- Si tienen alguna duda, por favor, pregúntenme directamente a mí. Evítense la molestia de andar preguntando con mis amigos y familiares. Ellos cero que ver aquí.
- Y si van a difundir rumores por esto -como ya han hecho antes, me consta, como dos veces- por favor, por lo menos que sean verdad.
Gracias.
Nunca he creído en eso del amor a primera vista. La única vez que algo que pudiera entrar en esa categoría me pasó, estuvo muy lejos del amor.
Por eso, yo no entendía la emoción y admiración que este hombre causaba en mis compañeras. Había oído algunos comentarios de chicas de cursos superiores e incluso un par de comentarios de los maestros por los pasillos, pero cuando entró al salón, todas mis expectativas se vinieron abajo.
Era un hombre joven, a lo mucho que le calculaba unos treinta años. Era un hombre con una sonrisa amble. Era un hombre. Eso era todo. No había más.
Abrí los ojos mejor para ver si captaba algo que las demás captaban, pero al final del día, nada.
Nada que pudiera importarme en él apareció.. Nada que pudiera hacer que un interés genuino naciera en mi ser. Nada.
Era un hombre cualquiera. Un maestro más. Y yo era una chica cualquiera, una alumna más.
No entendía porqué mis amigos le echaban carrilla a una amiga mía con ese maestro. No entendía porqué mis compañeras se arreglaban mejor cada vez que sabíamos que tendríamos clase con él. No entendía porqué de vez en cuando este hombre se sonrojaba con algún comentario -tirándole a piropo- dirigido a él dentro de la escuela.
Realmente no lo entendía.
¿Era guapo?
Pues... meh. Podía ser guapo, pero nada fuera del otro mundo.
¿Era inteligente?
Pues.... meh. Dentro de los estándares, lo era. Pero fácilmente podía decir que yo era mucho más culta e inteligente que este señor.
¿Era buena onda?
Entonces, llegué a la conclusión de que ignoraba eso. No lo conocía. No podía juzgarlo en esa faceta, porque no sabía nada de él.
Conocía su nombre y una muy breve historia que nos había contado a inicio de curso, pero eso era todo. Sólo sabía que le gustaba mucho ser maestro.
Una luz se encendió en mi cabeza: ¿Y si era su personalidad lo que atraía a las personas? Yo me había tomado mi tiempo para juzgarlo de pies a cabeza, desde su voz hasta su caligrafía, juzgando su redacción, ortografía, etc.
Pero su personalidad, su esencia de humano la había dejado pasar. ¿Y si era eso lo que otros veían que yo no veía?
Cuando esa posibilidad brilló en mi cabeza, un mundo de revelaciones se abrió paso ante mí:
Tenía una sonrisa muy bonita, muy cálida.
Tenía una voz muy dulce, muy de terciopelo.
Tenía unos gestos como de niño pequeño, lo que lo hacía adorable.
Tenía esa calidez humana natural, que te invitaba a querer estar más cerca de él.
Tenía ese aroma muy varonil, muy atractivo.
Y no sólo era eso.
Era incluyente; jamás lo vi excluir a nadie por ninguna razón.
Era paciente
Era dulce
Era comprensivo
Todo en conjunto, lo hacía como una mezcla extraña de un hombre del México actual:
Un hombre de edad media, guapo y con una humanidad intacta, indeleble, que funcionaba como gravedad. Comenzabas a mirarlo y esa luz en sus ojos te llamaba a que le hablaras. Le hablabas y esa voz, esas respuestas, te llamaban a que miraras dentro de su cabeza. Mirabas dentro de su mente, y esos pensamientos, sentimientos y vivencias te arrastraban cada vez más y más... Y cuando te dabas cuenta, ya estabas hasta el cuello de él, de su esencia como alma humana, de su ser.
Sentimientos de calidez y nerviosismo comenzaron a desparrarmarse por sobre mi estómago, inundando cada rincón de mi cuerpo y mi alma. ¿Qué era eso que sentía? ¿Qué era esto que pensaba?
No podía evitar sonreír ante la mención de su nombre: "Ya nos toca clase con *****". No podía evitar sonreír al verlo pasar por los pasillos. No podía evitar sentirme extasiada cada vez que el tipo ponía sus ojos sobre mí.
¿Qué era esto?
Lo que fuera, abrió mis ojos o envenó mi percepción:
De repente noté cómo solía olvidar los nombres de mis compañeros, a excepción del mío. Siempre recordaba el mío.
De repente noté cómo, durante las clases, me miraba y me hacía preguntas, para incluirme en la dinámica escolar.
De repente noté cómo, a pesar de que mi desvergonzada pereza me hacía saltarme algunas clases u omitir ciertos trabajos, en sus exámenes por alguna razón me iba bien y siempre me dejaba el 10 de calificación.
De repente noté cómo se me acercaba y me sonreía cada vez que yo llegaba con mala cara al salón al ser presa de algún problema personal -ya sea familiar, emocional, de amistad o equis-
De repente noté cómo su manera de dirigirse hacía mí era diferente. Noté cómo solía mirarme diferente.
¿Pero qué era todo eso?
¿Era porque veía en mí una hija que no tenía?¿Veía algún potencial escondido muy a lo Son Gohan? ¿Veía algo más? ¿Me veía como alumna, una escuincla más con sueños imposibles? ¿O veía en mí una mujer con firmeza en sus decisiones?
¿Qué era lo que tanto veía en mí?
Esta paranoia, junto a estos sentimientos y mi complejo de única y especial se agudizaron al acercarme más a él.
Por casualidades del destino, coincidíamos varias veces por mi escuela. Él se hizo muy amigo de mis amigos, por lo tanto, muy amigo mío.
Nuestro trato traspasó las barreras frías de la escuela...
Y, entonces, mi profesor se convirtió en mi amigo.
Pero, qué diablos me pasaba. ¿Estaba yo enamorada de mi amigo, el maestro que me daba clases?
Veía la facilidad con la que rechazaba a las chicas que se le insinuaban. Veía la facilidad con la que se deslindaba de sus tratos hacia ellas. Y temí.
¿Podían mis sentimientos crecer hasta el grado de intervenir en mi relación con él?
Si yo comenzaba a no sentir el suelo cuando estaba parada junto a él, ¿Eso terminaría con mi amistad con este hombre?
Por ética, se sabe que no te debes "meter" con tus clientes en el sentido del doctor, maestro y policía. Mis padres decían que eso era abusar de su poder, y sobre todo viniendo de alguien que casi me doblaba la edad.
Yo estaba aterrada.
¿Y si me enamoraba de él y eso le causaba algún tipo de dolor?
¿Y si eso hacía que se separara de su esposa? ¿Que le quitaran el trabajo, el título de maestro? ¿Y si eso hacía que lo mandaran a la cárcel por "pedofilia"?
Oh, no, había comenzado a entrar en pánico...
-"Mariana, es tu maestro, wtf contigo, es un don y tú una niñata"-
-"OMG Mariana, eso es pedofilia"-
-"Jamás te hará caso, a menos que sea en verdad un pervertido"-
-"Probablemente tiene hijos de tu edad"-
Las palabras de mis amigos me daban vuelta en la cabeza. ¿Y si, y si, y si y si?
Llegué a un punto en el precipicio en el que simplemente me dejé llevar por mis sentimientos:
Yo sentía admiración por este hombre... pero no del tipo al que se le tiene a un maestro. Claro, era mi maestro y era un buenísimo maestro.
Pero a mí no me gustaba como maestro.
A mí me gustaba como hombre.
Con esa idea en mente y mis sentimientos claros, decidí actuar:
Tal vez no conseguiría nada con él. Tal vez nunca jamás se fijaría en mí. Tal vez ni siquiera le cayera tan bien. Tal vez ni...
Pero no me iba a quedar en mi tal vez.
Por lo que, de una semana a otra, me convertí en una mujer. Me obligué a dejar mis niñerías baratas. Ahora sería madura, y me arreglaría como una mujer, y actuaría como una mujer y tendría "vida" de mujer.
Si él era un hombre, yo dejaría de ser una niña para ser la mujer que pudiera llamar su atención.
Así que arreglé mi ropa para verme más provocativa, arreglé mi maquillaje y peinado para verme más "grande" y arreglé mi comportamiento para verme más experimentada...
¿Funcionó?
OMG, no.
Yo tenía quince años entonces y recién saldría de la secundaria y recién había tenido una relación muy rara con uno de mis compañeros.
Yo tenía quince años y mi maestro de química cuarenta y tres. Estaba casado y tenía hijos de mi edad. Él me veía como una alumna más, quizás una amiga, pero eso era todo. No importa cuántos sentimientos albergué por él, eso nunca me movió de mi lugar... Por lo que decidí aprender la lección:
Jamás nadie se va a fijar en mí porque soy una escuincla babosa y un hombre mayor jamás me vería como algo más.
Decidí no volver a fijarme en otra autoridad, porque mi desenlace de mi primera vez no fue bonito.
O sea, sí fue bonito porque nos apreciábamos mucho y nos hacíamos bromas y nos llevábamos de pelos, pero eso se quedó hasta ahí.
Yo, en mis fantasías de novata, escribí una historia sobre algo parecido: Una desaliñeada chica de quince años, fanática de los libros y con una tendencia a alejarse de las personas entablaba una relación de amistad que evolucionaba a un amor intenso con su maestro de español, un hombre que atravesaba un turbulento divorcio.
En mi mente, eso era padrísimo. No sólo era sentirme la "elegida" -recuerden mi complejo de única y especial-, sino que era traspasar murallas de lo tabú, lo prejuicial, lo peligroso. Vamos, lo inmoral.
Me imagino que en este punto estarán como: "Pinche Mariana, eres una pervertida con daddy issues".
Pues déjenme decirles que ni uno ni lo otro (tal vez lo primero sí).
Una cree que con ponerse reglas, eso evitará que se meta en problemas.
Pues, funcionó durante mi etapa de preparatoria. Pero ahora que estoy en la carrera, siento que me volvió a ocurrir lo mismo:
Un hombre, quien fungía como mi maestro por un semestre, comenzó a desenvolverse diferente ante mis ojos. Para hacer el cuento menos largo, terminé por desarrollar sentimientos no tan amigables hacia él.
Sí, me gustaba.
¿Y es que cómo no me iba a gustar? Si es tan buen hombre... pero es mi maestro -o al menos lo fue-
¿Se queda esa historia en que suelo tener crush con mis "superiores"?
No, no son crushes.
Estoy un 98% segura de que esta vez me enamoré. Bueno, no es como si la primera vez no hubiera sido un enamoramiento, o sea, sí lo fue, pero de los enamoramientos a los quince a los enamoramientos a los veinte hay un mundo de diferencia. Un mundo de cinco años.
Creo que es correcto afirmar que me enamoré, sin querer, de mi maestro.
E intento ser profesional y madura con respecto a este asunto, pero hay veces en las que es imposible...
Lo miro, y es como mirar a la luna. Tengo esa necesidad de mirarlo cada vez más.
Le hablo y es como hablar con un agujero negro. Tengo esa necesidad de hablarle más y más.
Le conozco y es como leer el prólogo de un libro: Tengo esa necesidad de conocerlo mejor, leerlo mejor.
Lo toco y es como tocar una nube: No sabes si es real, pero quieres hacerlo, quieres seguir tocándolo, quieres que te siga tocando, cada vez más, cada vez mejor, cada vez más duradero...
Y, omg, ya no soy una niña.
Bueno, a comparación de antes, ya no soy una niña. Como dicen mis amigos: Bien fácil puedo ir a insinuármele y aprovecharme de su situación, peeeero no lo voy a hacer.
Y ustedes dirán: OMG MARIANA SI TE GUSTA TANTO ¿POR QUÉ NO VAS A INTENTAR LIGÁRTELO?
Simple y sencillamente porque yo no "me ligo" a nadie. No me ha gustado cortejar a nadie nunca en mi vida. Siento que es engañar para llegar a lo que yo quiero y no está cúl. No está cul aprovecharme de alguien así. Así lo veo yo, llámenme old fashioned, pero así veo las cosas.
Yo tendría que ser clara y directa: ¿Sabe qué? Pues me gusta un chingo y creo que estoy enamorada de usted. ¿Cómo le hacemos?
Pero no lo hago por dos cosas:
-Le temo a su rechazo (un chingo, la neta, para qué les miento, obvio me da miedo ser rechazada)
-¿Qué tal que me vuelve a dar clases o termina siendo mi asesor u OMG? Estaríamos mega incómodos con cual sea que fuera el resultado.
De sólo imaginarlo, me da cosa.
Siento como que soy una pervertida y probablemente lo soy, por andarme fijando en autoridades que casi me doblan la edad. ¿Pero qué se le puede hacer? En el corazón no se manda.
¿Qué hago yo?
Pues ser su amiga.
Me gusta ser su amiga, aunque a veces eso alimente a mis fantasiosas idealizaciones románticas entorno a él, pero me gusta serlo. Siento que lo puedo conocer mejor así, que a de novia.
Tampoco es como si me quisiera casar con él, lol, no.
Yo no me quiero casar con nadie -buenoconStephenKingsí- ni quiero nada serio con alguien. No puedo con los compromisos.
Tal vez una aventurilla estaría biDIGO, bueno, lo que sea que la vida tenga preparado está bien. He aprendido a aceptar mi destino.
Hay personas que me dicen que sí debería intentarlo, que sí debería buscar algo, pero siempre respondo:
Estaría increíble porque así cumpliría mi fantasía de los quince años, pero a la vez creo que me traería problemas.
Quiero decir, siempre que andas -yo, en especial- con alguien, surgen problemas. Ahora imagínate que anduvieras con tu profesor. Pos no, qué miedo con los chismes y los problemas legales y morales y... uuffffff. Ya me dolió la cabeza de sólo pensarlo.
Pienso en ello constantemente.
Gracias a esto, me he vuelto un ser sumamente inseguro -yo no era de sentir celos y omg ahora no puedo dejar de sentirlos-.
Se han metido bastantes amistades en esto y la neta, problema de tres, ya es problema de manada y a mí me mega castran esos problemas.
Y pues, ya. A veces tengo sueños bien raros (7u7) y me doy de topes contra la pared porque es como revivir esta historia con Darren Falso.
Pienso que, tal vez, si le digo a mi maestro que me gusta, este sentimiento se vaya.
¿Y si no?
Pues me mato alv
Pd:
Escuchen Your Type de Carly Rae Jepsen y omg es como *0* es el soundtrack de esta(s) historia(s).
Pd2:
No sean putos y anden por ahí haciendo comentarios imbéciles. Lo que quieran preguntar, háganmelo personal. O por inbox. O por DM. Les diría que por ask, pero qué oso :$
Pd3:
Déjenme vivir :'(
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