Hace unos días leí en tuiter que se iba a acabar el mundo el viernes veintinueve de julio. Hoy es viernes veintinueve de julio, son las ocho y media y pues no veo ni siquiera señales de una catástrofe nuclear, huellas en el cielo de una lluvia de meteoritos o lluvia de fuego o dragones emergiendo de entre la oscuridad acompañados con los doce trompetistas apocalítpicos o una tercera guerra mundial. No han empezado a atacar los zombis ni hay un virus letal corriendo por Internet -además de los tuits de Donald Trump-.
Qué decepciDIGO, no, qué bueno que todavía no se acaba porque no estoy en condiciones de despedirme de esta humanidad. O sea, físicamente, no estoy arreglada y no tengo mucho apetito de arreglarme, emocionalmente llevo varios años desligándome de todos. Ok.
Tengo esta teoría en la que el mundo terminó para cada quien mientras despertamos, pero nuestra histeria colectiva creó una ilusión de pertenencia al mismo mundo viejo... NO TIENE SENTIDO, YA LO SÉ, pero bueno. Personalmente, este tema del apocalípsis y así me parece muy intrigante.
No sé si ya les he hablado sobre esto, y si sí, pues se aguantan.
Recuerdo mi primer acercamiento a este tema. Estaba en quinto año, recién ingresada a una escuela turbo católica y privada. Mi maestro tenía extraños modismos que lo señalaban como culturalmente podríamos conocer a un homosexual femenino; Para mis compañeros yo era como la nueva mascotita del salón y me sentía turbo sola en ese entorno, aunque nunca se lo dije a alguien. Aceptaba las invitaciones de mis compañeros para unirme a sus convivios de receso o para sus juegos, acepté la amistad de muchas personas con el fin de que eso aminorara el sentimiento de no encajar dentro y puse buena cara ante muchas cosas. Sonreí y seguía a mis nuevos amiguitos pero por dentro me moría de miedo. Mucho miedo.
Tenía diez/once años cuando un día, de la nada, mi círculo de amistades había empezado a hablar del apocalípsis, el diablo y esas cosas. Y es que, claro, para alguien que se crió bajo el rígido yugo de la religión católica, todas estas cosas "prohibidas", "inmorales", "malignas" son una deliciosa distracción. Era fascinante escuchar las historias y creencias de mis compañeros. Contribuí a la charla con algunos datos que yo había atestiguado durante mi niñez, pero no con demasiados detalles porque no quería que me vieran como una pinche loca -que al final terminaron por convencerse de que así era, pero esa es otra historia-.
Era el año 2006 y se acercaba la fecha del 6/6/6, famosa porque a dimes y diretes es el "símbolo de la bestia". Por los pasillos de mi escuela se escuchaban a voces fantasmales historias de lo que vendría ese día. Grandes monstruos surgirían por el cielo, la vírgen se aparecería para llevarse a los que considerara dignos y los demás se quedarían a pudrirse en un mar de lava y dolor eternos.
No sé por qué razón, no sé si fue tal la fuerza de los rumores del fin del mundo que llegaron hasta oídos de la Madre Superiora -que fungía como dueña de la escuela/ tipo directora-, pero un día, mi profesor decidió leernos un correo que le había sido facilitado.
Al inicio pensé que era una mala historia de terror, porque todo me parecía fantástico, pero después del primer párrafo, todo se volvió horrible. Era una descripción de un futuro distópico, sacado de las pesadillas más oscuras de un adulto atormentado por la sombra de la violencia.
Tenía diez, once años y estaba totalmente aterrada. Escuché con cuidado todo lo que el profe relataba en esa predicción y lo que más impacto me produjo fue escuchar lo siguiente:
"...Y los hombres construirán armas para matar a sus familiares. Padres e hijos se asesinarán unos a los otros..."
No es algo literal, pero así va el sentido del concepto. Me quedé helada. Me costaba mucho trabajo imaginar un mundo donde alguien tuviera el ingenio, la necesidad y la maldad para crear algo con qué asesinar a sus seres queridos. Visualicé un mundo donde mis padres no me querían y por el contrario, buscaban la manera de matarme mientras yo intentaba asesinarlos por mis propios medios.
Soledad. Miedo. Dolor. Violencia. Y Sangre, mucha sangre....
No terminó de leer todo este asunto donde doce ángeles con trompetas aparecerían por el cielo, tocando su instrumento e invocando plagas letales para la humanidad. Enfermedades, guerras, destrucciones naturales, etc, etc, donde se vislumbraría una vírgen embarazada que huiría de una bestia sedienta por la sangre del enviado de Diosito. Esta bestia poseía nueve cabezas que estaban numeradas y a su paso, con la cola barrería la mitad de los astros que se estrellarían contra la tierra, aniquilando a más personas. Los pobres y miserables sobrevivientes serían marcados por el signo de la bestia, un símbolo que sólo podrían ver aquellos ángeles enviados a rescatar a los limpios de corazón y shalalá.
Si lo leen con atención, suena a una novela épica de horror.
No es una novela épica de horror. Está en el Apocalípsis, siendo parte de las visiones y predicciones del apostol Juan (¿O fue Mateo? Ya ni me acuerdo)
Y bueno, a estas alturas, pueden argumentarme "Lol, Mariana, pero es de la Biblia, un libro que no tiene alguna argumentación científica o histórica exacta" y pues sí, pero a los once años, en una escuela nueva y con el catolicismo siendo inyectado hasta mis huesos por adultos de dudosa moral, obvio me lo iba a creer.
Cuando me di cuenta, ya estaba llorando de tanto miedo que sentía. El profesor lo notó, pero no me hizo caso. Mis compañeros, alrededor de mi banca, se me quedaron mirando, espantados y un poco molestos. Antes pensaba que me observaban con esas expresiones amargas porque también estaban preocupados y era fastidioso ver que alguien era tan débil. Estaban incómodos, porque, "o sea, Mariana, serás la primera en morir por idiota".
Eso pensé que ellos pensaban de mí.
Después de que hubo terminado de leer aquella carta, dio la explicación de porqué no estábamos haciendo las actividades del libro de ortografía. Al parecer, la madre Superiora sí había escuchado a los niños hablar preocupados de esta situación, por lo que había decidido mandarles esa carta-reflexión para que la compartieran con nosotros y nos explicaran de qué iba todo.
Este hombre nos dijo que si bien, era parte de la Biblia y estaba en el apocalípsis, que estuviera cerca el 6/6/6 poco tenía que ver. Hizo un análisis entre la carta y la actualidad y nos preguntó sobre las armas, sobre el cambio en el mundo. Al final, nos hizo entender que esas predicciones siempre habían existido. Casi eran inherentes a nuestra historia como humanidad y lo mejor que podíamos hacer nosotros era ignorarlas y seguir un camino del bien,
Yo seguía llorando, tbh.
Un compañero tuvo el valor de hacerlo obvio y entonces ahora sí todo el salón, incluyendo el profesor, me fulminaron con la mirada. Jamás en mis once años me había sentido tan humillada y tan evidenciada.
El profe volvió a explicarme e intentar calmarme; me cuestionó sobre porqué estaba tan asustada y respondí sinceramente: Había entablado varias conversaciones sobre este tipo de cosas con mi círculo de amigos días antes y era algo que tenía muy presente en mi cabeza. Tenía once años y no quería morir en algo tan catastrófico y horrendo.
Desde ese día, mis compañeros empezaron a darse cuenta que de hecho, sí estaba un poco zafada. Les costaba entender mi sensibilidad y mi aprehensión con respecto a estos temas.
Años después me di cuenta de algo fundamental en todo este asunto. La base de todo este sufrimiento, de todo ese miedo cuando estaba en quinto de primaria, no fue que le tuviera miedo al diablo convertido en un dragon escupe fuego del tamaño del planeta Marte.
Es que le tenía miedo a tener que enfrentar eso sola.
*Se ríe incómodamente*
Pues bueno, la verdad sea dicha...
Siempre me he sentido un poco sola. A veces más, a veces menos, pero siempre es así y cuando tenía once años, mi creatividad incotrolable había pintado un panorama tan oscuro y retorcido, que me hacía pipí del sólo pensar que tendría que a travesar algo así sola.
Mis compañeros no tenían miedo, porque, pues, ellos no eran tan ingenuos. Porque se sentían seguros. Porque tenían esa confianza en lo que conocían. Yo no. Yo estaba aterrada, me sentía sola y eso sólo lo hacía peor.
Todo es peor cuando te sientes solo, tbh. Y yo sólo era una niña de once años en una escuela nueva que tenía bastante tiempo sintiéndose incómoda entre las personas por la soledad en la que la sumergían.
Con el tiempo aprendí a conocer esa parte de mí y ya es más difícil que algo me llegue con esa fuerza aun cuando me siento sola.
Todo lo que quería entonces era tener un amigo para el fin del mundo y sabía que no tenía ni uno solo en el planeta tierra.
Mis padres se tenían el uno al otro, al igual que mis abuelos y mis tíos. Mi hermana tenía a mi prima. Mis compañeros tenían a sus amigos.
Y yo estaba sola, a la deriva de un universo oscuro frío y lo único que había entonces que pudiera hacerme sentir un poco comprendida eran los libros. Si lo vemos así, suena un poco BASTANTE jodido.
Esa fue mi experiencia de entonces. A partir de ello, como que me morí por dentrDIGO, ya no me importa mucho.
Quiero decir, sigo deseando tener un amigo para el fin del mundo y todo eso, pero sé que aunque no encuentre ese tipo de relación en alguien más, siempre seré yo misma mi mejor amiga para el fin del mundo.
En este momento faltan tres minutos para las diez. Es poco probable que el mundo se acabe en dos horas porque según lo que recuerdo, Diosito tardó siete días en hacer el mundo y todo con él, so, en dos horas... bastante improbable.
Sobrevivimos a otro fin del mundo, amigos.
Vamos a valorarlo y a valorar la vida.
Pd:
Las imágenes son de películas apocalípticas que he visto. Las dos primeras están buenísimas.
*-This Is The End (x2)
*-Buscando un Amigo para el Fin del Mundo (En el que basé el título)
*-2012
*-El Día Después de Mañana
por orden de aparición.