viernes, 29 de julio de 2016

Buscando Un Amigo Para el Fin del Mundo


Hace unos días leí en tuiter que se iba a acabar el mundo el viernes veintinueve de julio. Hoy es viernes veintinueve de julio, son las ocho y media y pues no veo ni siquiera señales de una catástrofe nuclear, huellas en el cielo de una lluvia de meteoritos o lluvia de fuego o dragones emergiendo de entre la oscuridad acompañados con los doce trompetistas apocalítpicos o una tercera guerra mundial. No han empezado a atacar los zombis ni hay un virus letal corriendo por Internet -además de los tuits de Donald Trump-.

Qué decepciDIGO, no, qué bueno que todavía no se acaba porque no estoy en condiciones de despedirme de esta humanidad. O sea, físicamente, no estoy arreglada y no tengo mucho apetito de arreglarme, emocionalmente llevo varios años desligándome de todos. Ok.


Tengo esta teoría en la que el mundo terminó para cada quien mientras despertamos, pero nuestra histeria colectiva creó una ilusión de pertenencia al mismo mundo viejo... NO TIENE SENTIDO, YA LO SÉ, pero bueno. Personalmente, este tema del apocalípsis y así me parece muy intrigante.



No sé si ya les he hablado sobre esto, y si sí, pues se aguantan. 

Recuerdo mi primer acercamiento a este tema. Estaba en quinto año, recién ingresada a una escuela turbo católica y privada. Mi maestro tenía extraños modismos que lo señalaban como culturalmente podríamos conocer a un homosexual femenino; Para mis compañeros yo era como la nueva mascotita del salón y me sentía turbo sola en ese entorno, aunque nunca se lo dije a alguien. Aceptaba las invitaciones de mis compañeros para unirme a sus convivios de receso o para sus juegos, acepté la amistad de muchas personas con el fin de que eso aminorara el sentimiento de no encajar dentro y puse buena cara ante muchas cosas. Sonreí y seguía a mis nuevos amiguitos pero por dentro me moría de miedo. Mucho miedo.

Tenía diez/once  años cuando un día, de la nada, mi círculo de amistades había empezado a hablar del apocalípsis, el diablo y esas cosas. Y es que, claro, para alguien que se crió bajo el rígido yugo de la religión católica, todas estas cosas "prohibidas", "inmorales", "malignas" son una deliciosa distracción. Era fascinante escuchar las historias y creencias de mis compañeros. Contribuí a la charla con algunos datos que yo había atestiguado durante mi niñez, pero no con demasiados detalles porque no quería que me vieran como una pinche loca -que al final terminaron por convencerse de que así era, pero esa es otra historia-.

Era el año 2006 y se acercaba la fecha del 6/6/6, famosa porque a dimes y diretes es el "símbolo de la bestia". Por los pasillos de mi escuela se escuchaban a voces fantasmales historias de lo que vendría ese día. Grandes monstruos surgirían por el cielo, la vírgen se aparecería para llevarse a los que considerara dignos y los demás se quedarían a pudrirse en un mar de lava y dolor eternos. 

No sé por qué razón, no sé si fue tal la fuerza de los rumores del fin del mundo que llegaron hasta oídos de la Madre Superiora -que fungía como dueña de la escuela/ tipo directora-, pero un día, mi profesor decidió leernos un correo que le había sido facilitado.


Al inicio pensé que era una mala historia de terror, porque todo me parecía fantástico, pero después del primer párrafo, todo se volvió horrible. Era una descripción de un futuro distópico, sacado de las pesadillas más oscuras de un adulto atormentado por la sombra de la violencia.

Tenía diez, once años y estaba totalmente aterrada. Escuché con cuidado todo lo que el profe relataba en esa predicción y lo que más impacto me produjo fue escuchar lo siguiente:
"...Y los hombres construirán armas para matar a sus familiares. Padres e hijos se asesinarán unos a los otros..."

No es algo literal, pero así va el sentido del concepto. Me quedé helada. Me costaba mucho trabajo imaginar un mundo donde alguien tuviera el ingenio, la necesidad y la maldad para crear algo con qué asesinar a sus seres queridos. Visualicé un mundo donde mis padres no me querían y por el contrario, buscaban la manera de matarme mientras yo intentaba asesinarlos por mis propios medios. 

Soledad. Miedo. Dolor. Violencia. Y Sangre, mucha sangre....


No terminó de leer todo este asunto donde doce ángeles con trompetas aparecerían por el cielo, tocando su instrumento e invocando plagas letales para la humanidad. Enfermedades, guerras, destrucciones naturales, etc, etc, donde se vislumbraría una vírgen embarazada que huiría de una bestia sedienta por la sangre del enviado de Diosito. Esta bestia poseía nueve cabezas que estaban numeradas y a su paso, con la cola barrería la mitad de los astros que se estrellarían contra la tierra, aniquilando a más personas. Los pobres y miserables sobrevivientes serían marcados por el signo de la bestia, un símbolo que sólo podrían ver aquellos ángeles enviados a rescatar a los limpios de corazón y shalalá.

Si lo leen con atención, suena a una novela épica de horror. 

No es una novela épica de horror. Está en el Apocalípsis, siendo parte de las visiones y predicciones del apostol Juan (¿O fue Mateo? Ya ni me acuerdo)

Y bueno, a estas alturas, pueden argumentarme "Lol, Mariana, pero es de la Biblia, un libro que no tiene alguna argumentación científica o histórica exacta" y pues sí, pero a los once años, en una escuela nueva y con el catolicismo siendo inyectado hasta mis huesos por adultos de dudosa moral, obvio me lo iba a creer.



Cuando me di cuenta, ya estaba llorando de tanto miedo que sentía. El profesor lo notó, pero no me hizo caso. Mis compañeros, alrededor de mi banca, se me quedaron mirando, espantados y un poco molestos. Antes pensaba que me observaban con esas expresiones amargas porque también estaban preocupados y era fastidioso ver que alguien era tan débil. Estaban incómodos, porque, "o sea, Mariana, serás la primera en morir por idiota".

Eso pensé que ellos pensaban de mí.

Después de que hubo terminado de leer aquella carta, dio la explicación de porqué no estábamos haciendo las actividades del libro de ortografía. Al parecer, la madre Superiora sí había escuchado a los niños hablar preocupados de esta situación, por lo que había decidido mandarles esa carta-reflexión para que la compartieran con nosotros y nos explicaran de qué iba todo.

Este hombre nos dijo que si bien, era parte de la Biblia y estaba en el apocalípsis, que estuviera cerca el 6/6/6 poco tenía que ver. Hizo un análisis entre la carta y la actualidad y nos preguntó sobre las armas, sobre el cambio en el mundo. Al final, nos hizo entender que esas predicciones siempre habían existido. Casi eran inherentes a nuestra historia como humanidad y lo mejor que podíamos hacer nosotros era ignorarlas y seguir un camino del bien,

Yo seguía llorando, tbh.

Un compañero tuvo el valor de hacerlo obvio y entonces ahora sí todo el salón, incluyendo el profesor, me fulminaron con la mirada. Jamás en mis once años me había sentido tan humillada y tan evidenciada. 

El profe volvió a explicarme e intentar calmarme; me cuestionó sobre porqué estaba tan asustada y respondí sinceramente: Había entablado varias conversaciones sobre este tipo de cosas con mi círculo de amigos días antes y era algo que tenía muy presente en mi cabeza. Tenía once años y no quería morir en algo tan catastrófico y horrendo.

Desde ese día, mis compañeros empezaron a darse cuenta que de hecho, sí estaba un poco zafada. Les costaba entender mi sensibilidad y mi aprehensión con respecto a estos temas.

Años después me di cuenta de algo fundamental en todo este asunto. La base de todo este sufrimiento, de todo ese miedo cuando estaba en quinto de primaria, no fue que le tuviera miedo al diablo convertido en un dragon escupe fuego del tamaño del planeta Marte.

Es que le tenía miedo a tener que enfrentar eso sola.



*Se ríe incómodamente*

Pues bueno, la verdad sea dicha... 

Siempre me he sentido un poco sola. A veces más, a veces menos, pero siempre es así y cuando tenía once años, mi creatividad incotrolable había pintado un panorama tan oscuro y retorcido, que me hacía pipí del sólo pensar que tendría que a travesar algo así sola.

Mis compañeros no tenían miedo, porque, pues, ellos no eran tan ingenuos. Porque se sentían seguros. Porque tenían esa confianza en lo que conocían. Yo no. Yo estaba aterrada, me sentía sola y eso sólo lo hacía peor.

Todo es peor cuando te sientes solo, tbh. Y yo sólo era una niña de once años en una escuela nueva que tenía bastante tiempo sintiéndose incómoda entre las personas por la soledad en la que la sumergían.

Con el tiempo aprendí a conocer esa parte de mí y ya es más difícil que algo me llegue con esa fuerza aun cuando me siento sola.

Todo lo que quería entonces era tener un amigo para el fin del mundo y sabía que no tenía ni uno solo en el planeta tierra.

Mis padres se tenían el uno al otro, al igual que mis abuelos y mis tíos. Mi hermana tenía a mi prima. Mis compañeros tenían a sus amigos.

Y yo estaba sola, a la deriva de un universo oscuro frío y lo único que había entonces que pudiera hacerme sentir un poco comprendida eran los libros. Si lo vemos así, suena un poco BASTANTE jodido.


Esa fue mi experiencia de entonces. A partir de ello, como que me morí por dentrDIGO, ya no me importa mucho. 

Quiero decir, sigo deseando tener un amigo para el fin del mundo y todo eso, pero sé que aunque no encuentre ese tipo de relación en alguien más, siempre seré yo misma mi mejor amiga para el fin del mundo.


En este momento faltan tres minutos para las diez. Es poco probable que el mundo se acabe en dos horas porque según lo que recuerdo, Diosito tardó siete días en hacer el mundo y todo con él, so, en dos horas... bastante improbable.

Sobrevivimos a otro fin del mundo, amigos. 


Vamos a valorarlo y a valorar la vida. 


Pd:
Las imágenes son de películas apocalípticas que he visto. Las dos primeras están buenísimas.

*-This Is The End (x2)
*-Buscando un Amigo para el Fin del Mundo (En el que basé el título)
*-2012
*-El Día Después de Mañana

por orden de aparición.

viernes, 22 de julio de 2016

Cómo Terminar Una Amistad


He evolucionado cual pokemón en batalla, frente a mi entrenador y surgiendo de la necesidad de vencer...

En realidad no es para tanto. Quería justificar mi falta de sanidad mental al dejarme acarrear por las olas impulsivas de los cambios fisiológicos, oséase, duermo y como a la hora que me venga en gana. Ya no duermo las diez horas que acostumbraba al mismo tiempo, ahora las acomodo a mi placer y la comida la consumo cuando me da hambre. Vivan las vacaciones y el anarquismo a las reglas convencionales de occidente. ¡Yay!

No es por el exceso de cafeína que últimamente he estado consumiendo, o la precaria escala de nutrientes en los alimentos o mis trastornos del sueño, pero algo dentro de mí cambió. Tiene tiempo. Tal vez desde que falleció mi tío fav, me aventuro a decir, que algo con él se murió o no sé, pero como que estoy más vacía por dentro, o insensible o muerta. O vacía, eso debe ser. Ño sé. Hasta me da miedo pensar en cosas que imaginaba por aquél entonces y que ahora veo todo tan distinto. Tal vez es la madurez que he ganado por las cosas que he tenido que soportar. Tal vez es que por fin estoy aprendiendo de todo ello y me estoy defendiendo. Estoy aprendiendo a hacerlo, en vez de sólo huir.

O tal vez estoy huyendo, otra vez.







Todos hemos terminado con alguna amistad; en algún momento de nuestro tiempo terrenal, nos hemos visto enfrentados a estas decisiones, ya sean de nuestro juicio o del otro. Yo he tenido que lidiar con eso, bastante, en mi vida. Al cambiarme de escuela cada que a mi madre le cantaba el culo, perdía amistades. O no las perdía, como tal, más bien se disolvía un nacimiento de lo que pudo haber sido una amistad bien, seria, y formal. Así ha sido siempre. Agregando que nunca me he sentido del todo cómoda en compañía de las personas, pos imagínense.

Nunca he tenido muchos amigos y los pocos amigos que he tenido, mi relación con ellos no iba más allá de tres o cuatro años.


Esto es un poquito diferente. No es como si un día me levantara con la sensación de querer alejarme de esta persona, ni es como si hubiera sido una idea que naciera de un pop dentro de mi mente producto de una borrachera o un incidente. No.
No es una amistad de preescolar, de pasillo, de dos o tres años escolares.

Es una amistad que cultivé en la secundaria, que me acompañó durante la prepa y que está aun conmigo, a un año de terminar la carrera. Son ocho años, casi una década, de que conozco a esta persona.

No me levanté el jueves pasado con las ganas de mandarlo ya al carajo. No me nació mientras lo miraba a los ojos en aquél bar. No fue algo de un instante de enojo, ni de un malentendido.


Tengo meses y meses considerando hacerlo. Tengo mucho tiempo poniendo en una balanza mi relación con este individuo, viendo lo bueno y lo malo, intentando declarar objetivamente qué hay más. Qué es lo mejor para mí y para él. Pero sobre todo para mí, porque, bueno, ya me harté de quedarme con personas tóxicas que sólo buscan su propio beneficio y que al cabo del tiempo me perjudique a mí.





Nunca he sabido terminar algo con propiedad. Mis relaciones del tipo romántico, mis amistades, mis familiares, diablos, ni siquiera sé cómo terminar mis novelas y mis cuentos. No sé. Nunca se me ha dado. Sé que muchos ahorita han de estar pensando "Seguro, Mariana, tú no sabes hacer eso" con un sarcasmo amargo, pero amigos y ex amigos, permítanme aclararles el panorama:

Que no sepa hacerlo no quiere decir que no lo haga.


De hecho, abandonar a una persona, terminar toda mi relación con ella, ha sido mi mecanismo de defensa cuando las cosas se ponen feas. Estoy cambiando eso.


No quiero que esta historia se termine como las anteriores. No quiero dejar a alguien pensando que es otro capricho mío, una manera de lastimarlos y vengarme, porque no lo es.

No estoy enojada. No estoy triste. No estoy nada.

Para ser sincera, no siento nada.



O sea, no me malentiendan. Sí pasé por una gama de emociones bastante intensa durante estos meses con respecto a este asunto. No es fácil. Es un amigo por quien yo proclamaba la lealtad más pura y uno de los amores más desinteresados, pero he llegado a este punto en que lo miro a la cara y no lo reconozco. No sé quién es él.

Lo peor es que no ha sido así siempre. Algo cambió, no sé desde cuándo, pero estos últimos siete meses me han servido para darme cuenta de esa espinita. Cuando está conmigo y sólo conmigo, es buena onda, es comprensivo, es gentil, es, bueno, humano.

Cuando estamos con alguien más se dedica a ridiculizarme, a señalar mis fallas, mis defectos; se ríe de mí en mi cara, se aprovecha que no pongo mucha atención a las cosas para hacerme quedar mal. Antes de intentar entender mis razones, se apresura a criticarme. Y con cada palabra, con cada acto, con cada burla, me lastima una y otra y otra y otra maldita vez.

NADIE SE DA CUENTA, AMIGOS. NADIE.





Los amigos que tenemos en común ni siquiera lo han considerado. Con quien lo hablé, estaba bastente impresionada. Jamás se le había pasado por la cabeza el que yo quiera dejar esta supuesta amistad. Me pidió que lo hablara con él, según y a palabras de mi mejor amiga, "él no lo hace a propósito".


Bien, lo que hace cuestionarme.... ¿Qué es peor? ¿Que me lastime y no se dé cuenta o que me lastime con ventaja, sabiendo lo que hace?

Justificar un acto de crueldad con ignorancia es muy bajo, amiguitos. Lo sé porque yo a menudo acudo a ese truco.

Mi hermana piensa que soy una exagerada. Todos con quienes lo he hablado me han intentado hacer cambiar de opinión.


Entiendo que terminar una amistad de ocho años puede parecer gran cosa, algo serio e importante. Probablemente lo es. 

Pero vamos a considerar las cosas desde ambos ámbitos. 

¿Tengo que quedarme con alguien con quien no me quiero quedar porque he pasado mucho tiempo con él? ¿La etiqueta de "amistad" me ata a él de alguna manera y es mi responsabilidad aguantarle su mierda?

Digo, si es así, díganmelo, para irme de este planeta ya, bye.

Aunque ahorita, reconsiderando todo esto, sí me hace enfurecer un poco las cosas.

Siempre soy yo a la que le pasan estas cosas y estoy harta y cansada. Por qué no le pasan al vecino. Por qué no a otras personas. Por qué siempre soy yo la que se tiene que enfrentar a estas chingaderas. Me cago yo misma; comienzo a creer que neta es emboscada propia del maldito karma.





El título sugiere que voy a dar una serie de pasos sistematizados para que terminen con sus amistades. Pero no, como ya dije, yo nunca he sabido terminar las cosas con absolutamente nada en mi vida.

Llegados a esta parte de la entrada y en esta hora de la noche, la verdad es que ya no tengo mucha idea de lo que haré. 

Sé lo que debo hacer.

Debo hablarlo con mi amigo, escuchar sus razones, su punto de vista y luego reflexionar sobre si hay algo que sea digno de rescatar.

Amigos, una amistad es un dar y recibir. Es equitativo. Y siendo sinceros, yo no recibo mucho de esta amistad. Podrán argumentar a que yo tampoco doy la gran cosa, pero no me ven por ahí burlándome de estas amistades, ni menospreciándolas.

Si algo horrible llegara a pasarme, ¿Contaría con él para ayudarme? ¿Tendría alguna palabra de aliento que pudiera animarme? ¿Sabría apreciar mis logros, mis intentos y sabría sonreír ante mis fallas? ¿Tengo yo la confianza de hablarle de mis cosas personales? 

He pensado que esta amistad se sustenta en alcohol, música ruidosa y horas muy altas de la madrugada. No hay mucho de común, más que el tiempo y algunas personas; una misma secundaria y quizás dos años de recuerdos en el mismo espacio. 

Yo soy tranquila, calmada, me gusta el cine y leer libros y escribir. Escribo un montón; me desvelo mucho y soy de pláticas extrañas. Mis conversaciones por lo general terminan derivando en temas inexactos, en hubieras, en realidades alternas, en pensamientos propios de una humanidad construida.

Él no.

Él tiene miles de amigos, sale de fiesta cada semana, si por él fuera, saldría todos los días. Se emborracha. Sale a bailar. Conoce a muchas personas. De cine o libros no es algo que pueda hablar con él. Vamos, ni siquiera mis preferencias, mis hábitos o mis sueños. Él es un YOLO y yo también, pero vamos por diferentes direcciones.
Él es homófobo, O SEA, ya tocamos un tema sensible. No puedes ser homófobo y ser mi amigo. Es como ser mi amigo y odiarme -no en el sentido estricto de la expresión-; es misógino Y ES MI AMIGO, O SEA, QUÉ CARAJOS.


No sé si soy la indicada para ser su amiga, ¿Saben? Tengo el presentimiento de que no soy la única aquí que siente tensas las cosas. Y me da un poco de enojo su cobardía, porque está manteniendo algo por puro tedio a terminarlo, por evitarse dramas o por flojera de siquiera hablar.

De manera franca, yo no creo ser una amistad que él quiera conservar. Que él vea como valiosa, como digna de.



Para cerrar, cómo creo que se debería terminar una amistad... o una relación de cualquier tipo. Siempre por las buenas, en términos decentes y humanos. Cuando sabes que ya no hay nada más. Cuando ya todo es guerra. Cuando ya no beneficia a nadie.

Sobre mi vida privada, creo que tengo bastantito de tiempo para reflexionar mejor y construir un argumento sólido. Decidir lo que haré.


Sólo quiero que él esté bien y yo que esté bien. Ni más ni menos.


viernes, 15 de julio de 2016

Guanajuato: Mezcales, Bares Gay y Extraordinarios



Amigos, estuve a nadita nada nanais de no escribir hoy. ¿Por qué? No fue por falta de inspiración o por flojera/cansancio, sino porque neta se me borró el cassette entero hoy y olvidé que era viernes. Tantas emociones -café- como que me alteraron poquito. He estado pasando por mucho, pero aquí estamos.

Puntualmente -o no- abrí la página, me senté y estoy tecleando (in) coherencias para expresarles algunas cosas que me han pasado. Diosito, ya no permitas que se me vaya la onda tanto.


En fin.





El título suena a vida de un preparatoriano del extinto de efe, ¿No es cierto? Pues bueno. No soy chilanga -pero mi madre sí- y tengo hace varios añitos que no piso la preparatoria, pero he de hablar sobre esto porque últimamente me he sumergido en tales cosas.


Hace una semana fui a Guanajuato con una de mis mejores amigas en todo este planeta. Ya tenía meses, creo que años, invitándome, y yo no podía ir porque o no tenía dinero, o no tenía ganas o algo se interponía. Bueno, la semana pasada tuve dinero y tuve ganas y ella también, así que decidimos embarcarnos en una aventura llena de alcoholismo y perdición moraDIGO a pasear.

Anduvimos por la ciudad, paseando, tomando muchas fotos, comprando café del starbucks y viendo cómo los callejones se llenaban de turistas extranjeros. Me mostró su casa -que comparte con otras dos chicas pero en ese momento no estaban porque se regresaron a sus ciudades natales por las vacaciones-, una residencia viejísima y curiosa. Parece tener mucha historia. Nos adentramos, me enseñó cada cuarto y cada rincón, luego me presentó a su gatita -Una felina MUY sociable que siempre llamé Mima y que resulta que se llama Lima- y al finalizar me explicó que donde dormiríamos era la cama de la dueña de la casa DONDE HABÍA FALLECIDO.

Exacto. Me quedé a dormir en la cama y colchón de una difunta. Oh. My. Gosh.

Me mostré tranquila y confesé que si no veía algo raro, no tenía porqué asustarme. Era real. He visto cosas en verdad horribles y pues, una historia de la cama donde pasaría una noche no tenía mucho del otro mundo.

Salimos a explorar Guanajuato de noche -Y por explorar, quiero decir perdernos entre bares gays, karaokes y tiendas de mezcales raras-; probé mi primer mezcal con Ale. Era de tamarindo. Me dieron un tarrito pequeño con una rodaja de naranja encima. Levanté una ceja mientras le interrogaba a Ale porqué carajos era tan pequeño y qué tenía que ver la fruta.

   -Creo que es para que te la comas después y no te deje un mal sabor- o algo así contestó. La verdad es que no recuerdo bien.

Okay. Olí la bebida, la escrutiné lo suficiente y cuando decidí que era hora, me encogí de hombros, tomé la bebida y me la pasé, bloqueando las facultades de mi nariz y entumeciendo mi paladar. La bebida cayó como lava por mi esófago y calentó todo mi interior. Era como tragar fuego.

Y sabía a mierda. Entonces entendí porqué era la naranja.





Al cabo de unos minutos, no me hizo efecto. Pensé, ingenuamente, que sería inmune, aún cuando Ale me había asegurado que su primera vez con los mezcales dos habían bastado para ponerse borracha. El punto no era ponernos borrachas, de hecho, es la muerte emborracharse en Guanajuato, pero yo quise probar más.

El siguiente fue sabor de frambuesas y no estuvo tan culero como el primero, aun así, siguió ardiendo cuando descendía por mis entrañas.

Luego de unos momentos, todo me empezó a dar vueltas, lentamente, como en un carrusel. Abrí la boca y hablé y sentía mi voz como extraña, como si yo no estuviera hablando, sino alguien más. Me levanté de la mesa y caminé un poco para checar mi estado. Entonces decidí que estaba en condiciones de uno tercero.

El último fue sabor cítricos -el peor de todos- y entonces sí TODO empezó a aumentar de ritmo. La cabeza me giraba y ya no sentía frío. Algo dentro de mí se removió lo suficiente como para hacerme sentir que podía lograr cualquier cosa que me propusiera esa noche.

Y pos, bye.





Después fuimos a un karaoke, donde pedí vodka y me atreví a obligar a Ale a cantar conmigo. Cantamos Que Lloro de Sin Bandera y No Me Digas Que No de Nicki Clan porque ADOLESCENTES HORMONALES y ya ni nos pusieron la de Britney Spears, pinches cabrones >:c

Más adelante entramos a un bar gay y literal NO había nadie. Ni un alma homosexual recorriendo el lugar. Nos sentamos en una mesa, ordenamos lo mismo que en el bar anterior y platicamos mientras escuchábamos a Adele y a Maroon 5.  Poco a poco la gente comenzó a llegar y es que, no voy a mentir, era bien temprano.

Claro, entre todo eso nos encontramos un puesto de un señor vendiendo tamales y yo aproveché para cenar y me tomé fotos con las estatuas de Don Quijote y su sidekick. 

Nunca me puse mal. Ella y yo estábamos bien tranquilas, quejándonos de las pinches personas en nuestras vidas, de lo que pensábamos hacer con lo que teníamos a la mano y esas cosas. 

Me parece correcto aclarar que mucha gente cree que soy una "borracha peligrosa" porque suelo ponerme muy parlanchina y honesta, sobre todo cuando tomo el celular y llamo y mensajeo a todo el mundo. Esta vez fue diferente.

O sea, sí tuiteé live, pero nada más. Creo que mandé algunos whats, pero todo bien. No busqué a nadie a quien "pudiera" buscar, con quien "quisiera hablar". No hice nada de eso y entonces caí en el veinte de que neta todos esos de quienes he escrito en este blog yA SE CHINGARON :3

Soy libre. Por fin lo soy. Al menos de ellos.







Para cuando regresamos era media noche y neta ES BIEN PELIGROSO caminar de noche por los oscuros y tramposos callejones de Guanajuato. Neta en el día me tropecé varias veces, ahora imagínense para alguien ebrio. Seguro se tropieza y se mata alv.
Estábamos muy cansadas. Yo literal me quedé afónica y Ale estaba enferma, entonces no podíamos pasarnos la noche en vela haciendo tontería y media. Pero en cuanto nos pusimos las pijamas y nos acostamos, yo caí, rendida por el sueño...

Para luego levantarme a las tres y media de la madrugada, entre ruidos extraños en la casa. Estuve tanto rato despierta, asustándome por cosas muy equis, que despertaba a cada rato a mi pobre amiguita que tosía y tosía. Hubo un momento en que neta me espanté tantísimo alv que tuve que pedirle que me diera la mano para dormir así.

Pos no, no pude dormir ni un así, pero me sentí mejor de alguna manera. Si algo me hacía el fantasma de aquella señora por estar durmiendo en su cama, por lo menos Ale sabría. O no sé. Mientras le platicaba a alguien eso, me preguntó si dándome la mano se me iba el miedo y TURBO OBVIO NO pero me hace sentir menos sola.

Estuve dándome vueltas por la cama como una idiota, escribiendo en facebook o mandando whats a ver a quién podía molestar y entonces, cuando empecé a ver un poco de claridad por los tragaluz, decidí dormir un poco Y ME DESPERTÉ A LAS NUEVE Y MEDIA. 


Fucking jet lag.




Obvio estaba cansadísima. Había pasado la noche en vela y todavía sentía el calor del mezcal dándole vida a mis impulsos más bajos de artista. Nos bañamos, cero que desayunamos y nos regresamos a nuestra ciudad.


Estuvo muy cul.






Lo extraordinario aquí fue que fui totalmente dueña de mí misma. Me calmé, no me sentí en la necesidad de pedirle a Ale que me guardara el celular para evitarme algún oso, porque sabía que no había ningún riesgo de hacer alguna tontería. Al fin y al cabo, desde hace tres meses que no tengo a quién hacerle una tontería. No lloré al hablar de estos últimos meses y lo que había tenido que hacer y esperar para darme cuenta que esta relación era más tóxica que el veneno de una mamba negra y de mucho que no me merece el promedio de las personasDIGO, ya entienden.

Lo extraordinario aquí fue que a pesar de los tres mezcales y dos vodkas encima, a pesar de que me tambaleé en algunos momentos, arrastré algunas palabras y tomé fotos a lo güey, no me puse mal. Cero cruda, mamá UuUr, cero cruda moral, papá UuUr

Lo extraordinario aquí fue lo bien que me sentí. Estoy bien. SOY LIBRE, OMG.





Lo extraordinario aquí fue que haber pasado un día en otra ciudad con uno de mis seres humanos favoritos en la tierra me recompuso lo suficiente como para no haber considerado el suicidio por lo menos durante una semana.

Gracias, Ale :) 




viernes, 8 de julio de 2016

Cerrando Ciclos (¿Parte ll?)



Para iniciar, quisiera aclarar que todavía no me estoy graduando. Aun me queda un año más que recorrer -siento que han pasado mil años, pero bueno-, un documento recepcional, un examen y un título para acabar con esta tortuosa eternidad que es hacer una carrera. Sin embargo, este ciclo escolar que se acaba es el último año escolarizado para mí. Escolarizado en el sentido en el que sí, voy a tener que ir a un salón, a una escuela, pero esta vez no seré yo la alumna, sino la maestra. Básicamente será un trabajo gratis, prácticas intensivas, modo a prueba de errores, como gusten verlo.

Este fue el último año que estuve dentro de cuatro paredes junto a otras veintidós personas, compartiendo espacios, mesas, sillas, aire acondicionado y mucho estrés. Este fue el último año en el que participé de manera "activa" en los eventos de mi escuela. Este fue el último año por el que anduve vagabundeando por los pasillos con la cabeza en las nubes y los sentidos en mi música. Este fue el último año en el que me despertaba a las nueve y media de la MADRUGADA, tomaba el camión una hora antes y caminaba quince minutos para llegar a la escuela. Este fue el último año en el que cargué carpeta, una cartuchera llena de plumones, plumas, mi botella de agua y manzana, junto a mi cartera, mi libro de la quincena y mi llavero de Kero. Este fue el último año que pasé de siete a ocho horas sentada como idiota, asintiendo a lo que decían los maestros y aguantando el mal humor de más de algún ser vivo que decidía poner pie dentro del salón.


Fue el último.



Creo que hasta ahorita voy tomando consciencia de eso; hace tiempo, quizás cuando inicié, me parecía un futuro tan lejano. Cada semana que pasaba sólo parecía alargar más la condenDIGO el tiempo en la escuela, y ahora siento que fue como un parpadeo. Parpadeé y en un fin de semana llegué a casi el final. Estoy en el preámbulo de las rejas del infierNADA. Estoy a nada de acabar. Dicen que este último año de prácticas se irá volando y comienzo a creerles.










No vengo a escribir un discurso pre-graduación ni vengo con confesiones vergonzosas. Quizás reflexione y divague un poco, pero eso no es nuevo para nadie.



Debo decir, antes de empezar esta letanía de conclusiones personales, que aprendí mucho. Aprendí muchísimo más de lo que hace tiempo estaba dispuesta a aceptar. Aprendí de todo: De mis compañeros, de mis maestros, de la escuela en sí, de los que vinieron, de los que se fueron y de los que se quedaron. De lo que pasó mientras estuve en mi escuela, de lo que no pasó y de lo que pudo haber pasado. Aprendí de mis alumnos y de sus maestros. 

Aprendí cosas buenas, y por las buenas. Aprendí cosas malas, y por las malas. Y aprendí cosas en verdad horribles y bajo las peores circunstancias.

Tiempo atrás y con la soberbia hasta el cuello, me habría resultado bien fácil deslindarme de todo esto con un simple encogimiento de hombros y un sencillo: "Pues meh, no me importa".

Resulta que sí me importa.


Todo lo que aprendí está en mí; soy hoy lo que soy por todo eso y por todos los que me sonrieron, me acariciaron y me golpearon. I mean, de forma figurativa, no es literal -pero también pasó, ok-


Primero que nada, lo que más recuerdo de todo esto es que ser maestro ES NADA FÁCIL. De hecho es muy difícil, frustrante y a veces me provoca querer matarme. Es todo un sistema. No es nada como lo que nos han pintado.

Todo esto se multiplica a la tercera potencia si añadimos el trabajar con niñitos especiales, sobre todos los que tienen discapacidad.

Es... es en verdad una guerra. -Otra vez, no es literal- Es algo de otro mundo. Se requiere una fuerza muy especial, una determinación muy resistente, una paciencia de acero y un corazón grandísimo. No es cosa fácil, lo repito.  Es muy demandante, tanto física como emocionalmente. No sólo debes asegurarte de planificar para que el alumno aprenda y lo que va a aprender, sino que además de eso tienes que desarrollarle su potencial personal y habilidades sociales, haciendo uso de los valores, la ética y esas cosas, inculcarle el amor por la vida, los libros, las artes, las ciencias Y ADEMÁS TIENE QUE SER DIVERTIDÍSIMO PARA EL NIÑITO.

Trabajar con seres humanos es increíblemente difícil.


Pero la verdad es que así como es difícil, es padrísimo. Vale la pena, aunque al principio no lo parezca. Te deja mucho como ser humano espiritual, sí. Te agota mucho como persona y ser humano, sí, bastante. Pero nada es mejor recompensa que cuando un niñito te abraza y te sonríe mientras te dice "¡Gracias, maestra!"









Lo segundo que me llevo es el trabajo en equipo. Holy shit, el trabajo en equipo. TRABAJO EN EQUIPO. 

Ni siquiera estoy segura de si alguna vez el hombre ha podido trabajar en equipo para lograr algo. Supongo que sí, eso quiero creer. Pero el trabajo en equipo es como... como un matrimonio. Tienes que estar dispuesto a estar de acuerdo con que no estás de acuerdo. Incluso en trabajos en equipo con mis amigas tuve dificultades que tal vez no externé en su momento para evitarme dramas/discusiones innecesarias y/o disgustos. Pero sí, para esto de la educación el trabajo en equipo es indispensable. Se trata de un trabajo coordinado con el niñito, los padres de familia, los directivos y en general el mundo.

Y ustedes y yo sabemos que a veces el trabajo se delega a sólo un elemento y por eso nos va tan de la chingada como humanidad. Ojo ahí, amigos.

No podemos delegar el trabajo, nuestro trabajo, a alguien más. Yo nunca he podido hacerlo, porque mi poca confianza en mis compañeros -cual fuera mi grado de escolaridad- nunca me ha permitido poner en sus manos mi calificación y por consiguiente, mi futuro financiado por mis padres. 

Tampoco se trata de hacerlo todo una misma. No, eso no es trabajo en equipo y a veces nuestro miedo al fracaso y la mediocridad nos ciega a tal punto que preferimos desvelarnos dos días con tal de que todo sea a nuestro gusto. No. Eso no es tolerante ni flexible. Tiene que haber un equilibrio entre estos dos extremos. Ni muy muy, ni tan tan.

Pero, dulce niño Jesús, qué, PERO QUÉ DIFÍCIL ES PONERSE DE ACUERDO.


Ni siquiera estando con personas con mi misma edad, o mismos gustos o misma visión del mundo se podía al cien por cierto. Y es que esto de ponernos de acuerdo no involucra a una o a dos, sino que es verdaderamente dejarnos llevar a un punto donde estemos a gusto. Un punto en común.

Pero vamos, somos de la creencia de que si no piensas como yo, estás mal.

Ñop.

Con esa mentalidad cuadrada y estrecha no llegaremos a ningún lado. Y si no me creen, sólo asomen su cabeza por la ventana y echen una mirada al mundo a su alrededor. Cuántos problemas, cuántas guerras, cuánto odio podríamos evitarnos si no tuviésemos la cabeza tan dura.

Todavía me cuesta mucho trabajar de esta manera. Me cuesta cederle el control a alguien, confíar en las decisiones de alguien. Me cuesta deshacerme de mis estándares e ideales. Me cuesta, lo reconozco, pero estoy haciendo un esfuerzo por ser tolerante y aceptar opiniones ajenas para mejorar el trabajo y sus caminos. Lo que me motiva a hacer esto es pensar, querer creer, confíar en que perseguimos los mismos propósitos.

¿Y cómo sé que perseguimos los mismos propósitos? PREGUNTANDO.










Luego, también aprendí que la curación no es lineal -lo vi en tumblr pero pude verlo reflejado en mi paso por esta escuelita-.

Muchas cosas pasan en tres años y las cosas que me pasaron a mí, no voy a mentir, estuvieron de la chingada. 

Se murió gente a quien yo amaba, dentro y fuera de la escuela. Eso está de la chingada.
El ex beibi de quien me enamoré locamente resultó ser el cabrón sin corazón que todos me dijeron que era. Eso está de la chingada.
La ex bae ya no me habla y seguro me turbo odia por mamona insufrible y zorra. Eso está de la chingada.
Amistades que mostraban su verdadera cara e intenciones al apuñalarme por la espalda y luego que vinieron a mí a mentirme en la cara. Eso está de la chingada.
Maestros y dinámicas que me quitaron el sueño varias veces, que me sumieron a las crisis nerviosas y de estrés más agudas conocidas por mi frágil humanidad. Eso está de la chingada.

Perder, perder, y perder.

Ganar, ganar y ganar.


Perdí mucho y gané mucho. Pasé verdaderos momentos dignos del infierno de Dante y pasé momentos mágicos y celestiales.

Me amargué por mucho tiempo, gruñendo para mis adentros, deseando mi propia muerte y poniendo mala cara ante todo. 
Pasé tanto tiempo quejándome de todo que no veía el potencial dentro de ese dolor, de esas cicatrices.

Pasé tanto tiempo quitándome las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano que no me detuve a pensar que esas lágrimas estaban ahí para limpiarme, para sanarme, para aclararme la vista.

Recién me di cuenta de que todo aquello, esas historias que se tatuaron a mi piel como una horrenda roncha en realidad no eran producto de un ataque de insecto. Eran un tatuaje. Una marca que me recordaría las lecciones. Un dibujo que el pincel de la vida había decidido diseñar en mí para guardar una historia, para darle un sentido a mi vida.

Me di cuenta, entonces, de que todos los eventos desgraciados, infelices, dolorosos se podían mezclar con lo bueno y eso sirve como componente de mi vida y de mi crecimiento espiritual.







Lo último, que ahorita puedo evocar porque ya casi es media noche y tomé una taza de café bien cargado y creo que es la peor decisión que he tomado en la semana porque seguro no podré dormir y mañana valdré mil kilos de madre, es que nada de lo que aprendiste sirve si no lo actúas.


Recuerdo, hace algunos semestres, que en una lectura de la clase de la maestra Alma decía algo como "No basta con saber leer. También tienes que actuar como que sabes leer" y pues me cagué de risa porque es cierto. Puedo saber muchas cosas, pero si no las demuestro en mi actuar, ¿Sirve de algo?

Ño. 

Es como saber algo y callártelo. O sea, no compartes conocimiento y eventualmente ese conocimiento se morirá con el resto de tu cerebro.

Podía yo saber que sabía un montón, pero si seguía con mis pésimas actuaciones, pos no iba a importar mucho al final.

Si predicaba tanto que el leer cambiaba vidas, ¿Por qué yo no estaba leyendo un libro?, así que decidí aumentarle a mi ritmo y leer un libro cada quince días. Es julio y he leído 14 libros en lo que va el año, y voy en el 15. Si yo predicaba que leer era la base al cambio ideológico, y que además es un excelente hobbie, ¿por qué me limitaba a leer cada que tenía tiempo o cada que tenía dinero? No. Yo me iba a hacer tiempo y me iba a hacer de dinero para hacerlo. Si yo regañaba a todos porque nunca leían, pero yo no leía, ¿Qué carajos? Pos no, ¿Verdad?

-Aclarando esto, no estoy leyendo para tener la autoridad moral de ningunear a alguien por no hacerlo. Lo hago porque me gusta y me evita intentos de suicidio físico y emocional,  y también para tener la autoridad moral de ningunear a alguien que me critica y no lo hace-

Si predicaba tanto que el valor movería al país, ¿Por qué yo no estaba haciendo un cambio? Por consiguiente y después de lo sucedido en Ayotzinapa -TODAVÍA SIGUEN SIN ESCLARECER NADA Y NO MAMEN, YA VAN DOS AÑOS, QUÉ CHINGADOS LES SUCEDE. SON SERES HUMANOS-, en un arranque de furia homicida tomé dos hojas de papel, escribí mensajes y me los grapé al cuerpo para andar así por la calle, como una ridícula, durante dos semanas. Porque si nadie decía nada en mi escuela, pues yo lo iba a hacer. Si predicaba tanto que no podíamos quedarnos con los brazos cruzados, ¿Por qué yo no hacía algo por mi cuenta?

Si regañaba a todos por ser unos cobardes, mediocres e ignorantes por no defender una causa justa, ¿Por qué yo no encabezaba esas manifestaciones?


Si me quejaba de tanto, y criticaba tanto, ¿Por qué yo no podía poner el ejemplo? Lejos de jalar a alguien a mi lado oscuro cual perra gravedad o de llevarle la contraria a todos, lo que debía hacer era ponerme a hacer todo eso que yo creía correcto. Porque con mis quejas nada iba a lograr. Porque nadie más que yo iba a estar capacitado para hacer lo que yo creía correcto. 


Aprender es más que aprender. No es leer un libro y ya. No es escribir una novela de cuatrocientas noventa y cuatro hojas y ya. No es hacer un mapa mental. No es hacer un intro chingón para un proyecto de video de la escuela. No es pasar a exponer un cuadro conceptual. No es debatir una lectura usando citas textuales de la misma.

Aprender no es escribir el abecedario y pintarlo con acuarela. 

Aprender es usar el abecedario y actúar como si supieras el abecedario.

Es llevar a cabo lo que aprendiste. Es cambiar esa actitud.

Hoy una maestra recordó lo que muy sabiamente nos puntualizó a mi grupo hace un semestre: "Aprender es modificar en algo nuestro comportamiento".

¿De qué te sirve aprender que un animalito tiene derecho a la vida tanto como tú, si vas a seguir siendo un cabrón inhumano con ellos?

¿De qué? Va en saco roto.







No dejemos que lo que aprendemos se quede a la mitad, amiguitos. Los invito a eso.









Para cerrar con broche de oro -pinche título, pero ni pex, creo que "Cerrando ciclos" ya estaba utilizado en la versión anterior de mi blog, so...-, ño se ha acabado esto. Todavía tengo mucho por aprender. Mucho, muchísimo, muchooooooooote.

Me gusta aprender cosas. No soy tan fan de estudiar y así, pero me encanta aprender. Aprendo tanto como puedo y me gusta que mi cerebro e imaginación estén en constante movimiento.


Me da gusto saber que todavía hay muchas cosas que ignoro. Like, a lot of them.

Me da gusto haber compartido tres años de mi vida con estas personas, mis compañeros, maestros y fans y haters.

Aprendí un montón de ellos. No tienen idea del material que me dieron para escribir novelas bien perras, tbh :3





Gracias.

Ojalá haya podido enseñarles tanto como yo aprendí de ustedes :3





viernes, 1 de julio de 2016

Perdiendo A Mi Mejor Amiga



Titubear a la hora de escribir un título no es una buena señal, sobre todo cuando ya te lo has planteado en la cabeza con anterioridad. O sea, sí tiemblo mucho cuando son temas serios, pero éste en particular es desastrozo porque me destrozó todo por dentro. Claro, en un sentido poético y simbólico, no tengo tanta suerte como para que de verdad todos los órganos se me desgarraran de manera interna.

De verdad deseé mi propia muerte y contrario a la creencia, yo no me quiero morir todos los días. De hecho, tenía bastante tiempo sin sentirme así. Había pasado por una situación un poco complicada que había guardado por muchos meses y por fin me había librado de eso. Era libre, soy libre y aunque un poco vacía y deshecha me dejó, seguía siendo feliz. Muy feliz, pero eso se nubló.

Ni siquiera la cantidad tan inhumana de tareas que debía entregar en poco tiempo me desanimaba, ni siquiera la posibilidad de que una de mis mejores amigas se fuera del país, ni aunque otra de mis mejores amigas SÍ se vaya a ir del país por seis meses al otro lado del continente. Ni siquiera mis conflictos emocionales con mis compañeros de clase o mis maestros. Ni siquiera el poco deseo de elegir entre ir al cine o ir a una convención de ánime me quitaba el sueño. Sí, varias veces me dio insomnio, como me suele dar y varias veces gruñí de manera incoherente para mis adentros.

Nada de eso me había roto tanto, hasta que el sábado de la semana pasada me dieron las noticias:

Doña Petra, aka mi mejor amiga felina, había fallecido después de haber estado enferma por veneno días anteriores.










El shock inicial es siempre el mismo: Un sabor amargo se deslizó por mi garganta, provocándome escalofríos y mi corazón comenzó una carrera frenética contra mi propia respiración. Pensé que me daría un ataque al corazón.

Fue un cubetazo de agua fría y podrida en la mera cara.


Voy a ser sincera: No quiero escribir algo depresivo, algo que vaya a incomodar a alguien, no busco entristecer. No quiero opacar el recuerdo de amor que tengo de ella con el dolor por su muerte. Cierto, claro está, el dolor es un efecto colateral del amor, no recuerdo dónde leí eso. Y si amo tanto a esa gata es natural que me iba a doler tanto.

Me dolió como la puta madre.


Me duele, como la puta madre.


Pero hoy no quiero revivir nada de eso. Por el contrario, quiero hablarles sobre ella. Quiero que puedan apreciar un poco cómo fue, a través de mis ojos. Quiero dejar un pequeño espacio de este internet en el que su recuerdo viva. Digo, dudo mucho que en su siguiente vida siquiera vaya a recordar que fue una gatita llamada Doña Petra y que fue muy amada; dudo mucho que siquiera encuentre este triste post en este ridículo blog.

Pero vamos, es para la posteridad. Inmortalizaré su esencia como ser humano felino con mis torpes palabras.
Haré mi mejor esfuerzo.








Doña Petra llegó a mí como una situación random, como las que me suelen pasar. Ya había tenido experiencia con esto de las mascotas y lo único que había conseguido fue un corazón roto y unos ojos cristalizados, una duda oscura y fría que se cernía sobre mis pensamientos y las palabras de resentimiento y hostilidad por parte de mis padres: ¿Para qué tenemos animales, si de todos modos te encariñas de ellos y luego les pasa algo horrible?

Crecí, entonces, sin un animalito que me hiciera compañía. La verdad es que siento que si hubiera tenido un amigo de esa naturaleza, mi salud mental estaría turbo mejor de lo que es ahora. Siempre quise tener uno y a pesar de que insistía e insistía, mis padres se mantuvieron firme como montañas: No más animales, Mariana.

Crecí con la idea de que amar a alguien no valía mucho la pena porque al final se iban a morir. Ese fue el mensaje que me dieron y ese fue el mensaje que capté. Me volví aprensiva, me volví insegura y nerviosita. Me volví miedosa.

Pero, como sea, llegando a mi etapa de adolescencia todo cambió. Doña Petra entró a mi vida, con sus brillantes ojos azules, pelaje suave y blanco y movimientos elegantes y ágiles. Fue un click a primera caricia.

A mi hermana nunca le han gustado los gatos porque creían que eran muy agresivos, pero yo veía en Doña Petra potencial. Veía arte, veía elegancia, veía finura, veía inteligencia. También veía arrogancia, veía ira, y veía mucha envidia, pero era más la parte artística y llena de matices lo que me parecía interesante. Nunca había tenido yo mucho contacto con los gatos, pero ella era otro asunto.


Defendía su territorio, era cautelosa con caras nuevas, vivía muy cómodamente, sin preocuparle que los cambios de rutina de las personas a su alrededor pudieran alterarla. Vivía para ella misma, eso debo dejarlo en claro. 

Podía haber sido mascota de alguien, pertenecer a la responsabilidad de mis tíos paternos. Podía haber pasado tiempo jugando con mis primos. Podía haber acompañado a mis tías en sus tareas cotidianas. Podía descansar con mis padres, en específico, con mi padre, quien se mostraba cariñoso y juguetón con ella.

Pero sólo yo podía comprender el montículo de arte con patas que ella era. Tenía una historia, tenía tinta en las patas para escribir algo importante. Tenía esa luz en su mirada que te hacía creer que sabía algo que tú no. Tenía esa actitud misteriosa, despreocupada e inadaptada.

Tan como yo.





Llegaba de mi escuela a casa de mi abuela y mi primer instinto, además de arrojar mi mochila al rincón más alejado de toda la enorme casa, era buscar a Doña Petra. Por lo general me la encontraba tumbada en el patio, debajo de un árbol, tomando un baño de sol o a veces estaba sentada en las masetas blancas de mi abuela, mirando con desdén y curiosidad el paisaje que se pintaba ante ella. Yo pasaba a acariciarla y le hablaba sobre mi día.

Y ustedes en esta parte pueden decir: "¡Una adolescente rara e introvertida hablándole a un gato! Nada nuevo"

Pues sí, no es nada nuevo. No es una historia muy original si damos el plot de forma general. Pero créanme, tiene su chiste.

Ella se quedaba ahí, sentada o acostada, escuchándome pacientemente mientras yo parloteaba como una histérica. Casi siempre eran quejas. Por momentos me miraba, como si de verdad me entendiera, y por momentos levantaba la cabeza o movía los ojos y me daba a entender que no era algo interesante lo que yo le estaba diciendo. En ningún caso me sentí ignorada o rechazada.


Podía pasar horas y horas pasando mis manos sobre su lomo, acariciando su cabeza, tomándola de las patitas, sonriéndole y diciéndole que era la gata más bonita e inteligente que yo había conocido. Eso debía complacerla mucho, porque me respondía con esos famosos "besos de gato" -que yo por entonces no sabía que eran besos de gato. Pensé que mi actitud cariñosa hacia ella le daba mucha hueva-

Cuando tomaba una siesta, a veces ella me acompañaba. Me acostaba en la primera cama que veía -o en la que me dieran chance, tbh. Recuerden que no es mi casa- y me perdía en cuestión de minutos. A veces ella estaba ahí, desde un inicio.

A veces me despertaba y la encontraba ahí, a un lado, también dormida.







Siento una gran conexión con ella, casi a nivel espiritual. Sé que fui importante para ella, y ella sabe que fue importante para mí. 

Veía más de lo que las personas podían ver. Reaccionaba mejor que cualquier otra criatura o persona. Tenía carácter, tenía personalidad, y tenía inteligencia.


Mucha más de la que podía encontrar en las personas con quienes me relacionaba por ese entonces. La hice muy famosa entre mis amistades, a pesar de que Doña Petra jamás fue "mía" o exclusiva mía de mí.


Yo no vivía -ni vivo- en esa casa, por lo tanto, el tiempo que podía disfrutar con ella era limitado. Aun así, yo sentía esta amistad, este lazo que me ataba a ella. 

En ella veía una parte de mí que no podía ver si estaba con alguien más o estando sola. 

Era mi amiga y yo era su amiga.


Su especie no importaba, ni su tamaño ni su peso. Ni su lenguaje, ni siquiera el hecho de que sus pelos me causaran alergia. Qué importaba eso. Yo prefería pasar mis manos por su pelaje y que se me pegaran a la ropa y andar estornudando todo el día o me diera un sarpullido, que estar sin verla o sin jugar con ella.


Hice a Doña Petra bastante famosa entre mis amigos. A muchos les parecía tierno que hablara así de ella, a otros les daba risa y algunos más los turbaba mi tipo de relación con aquella felina de ojos azules.

Pero qué iban a saber ellos de mi amistad con Doña Petra.







Y de un momento a otro, se ganó un lugar en mi corazón. 


Riánse si quieren; asústense si quieren. Júzguenme de loca, si así lo desean.
Realmente amé a Doña Petra, con la intensidad de mi capacidad. Realmente tuve una conexión a nivel espiritual con ella. Realmente fue mi amiga.








Claro que estoy triste. Turbo triste. Apenas me enteré, quise hablarlo con alguien, pero dije un par de palabras y me di cuenta de que no. Quejarme de la vida no iba a devolvérmela. Llorar toda la noche no iba a hacer que me doliera menos. 

Nada iba a hacer que mi corazoncito no sufriera... más que ella. 


Me costó trabajo, claro. Todavía me acuerdo y me entran unas intensas ganas de aventarme de un puente, pero mantengo en mente que no le hubiera gustado verme así de infeliz. O sea, a lo mejor le da gusto saber que me duele mucho porque eso significa que la amé mucho, pero estoy segura de que no le vendría muy en gracia si decidiera hacerme daño por ello.

Ocupó una parte importante en mi vida y siempre va a ser así. Mientras yo viva, no dejaré que su recuerdo se desvanezca. Todos se van, pero yo nunca olvido a los que se van.








Por desgracia, esta semana, el lunes, también se fue una compañerita peluda. La perrita Camila de mi amix Anel Flores falleció a causa de un virus. Le dolió, por supuesto. A ella nunca le habían gustado los perros -o los animales en general, tbh-, pero se había encariñado con las perras que tiene ahora. Las ama y perder a Camila fue un duro golpe.

Nunca sé cómo ayudar o qué decir en esos instantes, pero algo dijo que me llegó al corazón. Nos daba la noticia mientras se secaba los ojos, cuando de repente de entre un murmullo seco y un escupitajo de amargura soltó:

"Hay tanta gente mala que no se muere. Por qué se tuvo que morir mi Camila"


Algo así dijo, no recuerdo sus palabras exactas. Pero esa frase me congeló el corazón dentro de mi pecho porque ESO MISMO YO HABÍA DICHO LA NOCHE DEL SÁBADO CUANDO ME DIJERON DE LO SUCEDIDO.

"Por qué, habiendo tanta gente mala, se mueren los que menos necesitan morirse"




Es producto del dolor, supongo. Estar tan llenos de ira, mi amiga y yo. Pero es cierto. Hay gente que no vale pinches nada, absolutamente nada, ni un centavo, es más, ni un segundo de consideración y aún así se mueren los que más se necesitan. O sea, qué pedo con la lógica de la vida ahí. 

Nada en esta pinche vida tiene sentido.










Ese sábado me di cuenta de lo sola que estoy. 


O sea, tengo a mis padres, y a mi hermana, a mis amiguitos, a mis fans, a mis haters y alguno que otro amante por ahí, escondido entre mis sábanas y mis copas de vodkDIGO NADA MAMÁ YO VIRGEN FOREVER. Como sea. 


Tengo todo eso. Tengo escuelita, carrera, tengo sueños, tengo planes, tengo deseos y tengo hambre.

Pero a veces no puedo evitar sentirme sola. De por sí que no hay muchas personas con quienes me identifique o que puedan entenderme poquito -o mínimo querer entenderme. Cabrones que quieren cambiarme hay muchos-, y luego la poca que hay se muere, o se va del país.


Pos no.







En todo caso, quiero decir que Doña Petra es un alma con destellos divinos, celestiales y matices oscuros y fríos. Fue un verdadero placer habernos encontrado en esta vida y espero con mucha ilusión volvérmela a encontrar en diferente forma y bajo diferentes circunstancias. Espero poder quererla más de lo que la quise en esta vida.

Estoy agradecida.







Gracias, Doña Petra, por tanto y perdón por tan poco.