viernes, 22 de julio de 2016

Cómo Terminar Una Amistad


He evolucionado cual pokemón en batalla, frente a mi entrenador y surgiendo de la necesidad de vencer...

En realidad no es para tanto. Quería justificar mi falta de sanidad mental al dejarme acarrear por las olas impulsivas de los cambios fisiológicos, oséase, duermo y como a la hora que me venga en gana. Ya no duermo las diez horas que acostumbraba al mismo tiempo, ahora las acomodo a mi placer y la comida la consumo cuando me da hambre. Vivan las vacaciones y el anarquismo a las reglas convencionales de occidente. ¡Yay!

No es por el exceso de cafeína que últimamente he estado consumiendo, o la precaria escala de nutrientes en los alimentos o mis trastornos del sueño, pero algo dentro de mí cambió. Tiene tiempo. Tal vez desde que falleció mi tío fav, me aventuro a decir, que algo con él se murió o no sé, pero como que estoy más vacía por dentro, o insensible o muerta. O vacía, eso debe ser. Ño sé. Hasta me da miedo pensar en cosas que imaginaba por aquél entonces y que ahora veo todo tan distinto. Tal vez es la madurez que he ganado por las cosas que he tenido que soportar. Tal vez es que por fin estoy aprendiendo de todo ello y me estoy defendiendo. Estoy aprendiendo a hacerlo, en vez de sólo huir.

O tal vez estoy huyendo, otra vez.







Todos hemos terminado con alguna amistad; en algún momento de nuestro tiempo terrenal, nos hemos visto enfrentados a estas decisiones, ya sean de nuestro juicio o del otro. Yo he tenido que lidiar con eso, bastante, en mi vida. Al cambiarme de escuela cada que a mi madre le cantaba el culo, perdía amistades. O no las perdía, como tal, más bien se disolvía un nacimiento de lo que pudo haber sido una amistad bien, seria, y formal. Así ha sido siempre. Agregando que nunca me he sentido del todo cómoda en compañía de las personas, pos imagínense.

Nunca he tenido muchos amigos y los pocos amigos que he tenido, mi relación con ellos no iba más allá de tres o cuatro años.


Esto es un poquito diferente. No es como si un día me levantara con la sensación de querer alejarme de esta persona, ni es como si hubiera sido una idea que naciera de un pop dentro de mi mente producto de una borrachera o un incidente. No.
No es una amistad de preescolar, de pasillo, de dos o tres años escolares.

Es una amistad que cultivé en la secundaria, que me acompañó durante la prepa y que está aun conmigo, a un año de terminar la carrera. Son ocho años, casi una década, de que conozco a esta persona.

No me levanté el jueves pasado con las ganas de mandarlo ya al carajo. No me nació mientras lo miraba a los ojos en aquél bar. No fue algo de un instante de enojo, ni de un malentendido.


Tengo meses y meses considerando hacerlo. Tengo mucho tiempo poniendo en una balanza mi relación con este individuo, viendo lo bueno y lo malo, intentando declarar objetivamente qué hay más. Qué es lo mejor para mí y para él. Pero sobre todo para mí, porque, bueno, ya me harté de quedarme con personas tóxicas que sólo buscan su propio beneficio y que al cabo del tiempo me perjudique a mí.





Nunca he sabido terminar algo con propiedad. Mis relaciones del tipo romántico, mis amistades, mis familiares, diablos, ni siquiera sé cómo terminar mis novelas y mis cuentos. No sé. Nunca se me ha dado. Sé que muchos ahorita han de estar pensando "Seguro, Mariana, tú no sabes hacer eso" con un sarcasmo amargo, pero amigos y ex amigos, permítanme aclararles el panorama:

Que no sepa hacerlo no quiere decir que no lo haga.


De hecho, abandonar a una persona, terminar toda mi relación con ella, ha sido mi mecanismo de defensa cuando las cosas se ponen feas. Estoy cambiando eso.


No quiero que esta historia se termine como las anteriores. No quiero dejar a alguien pensando que es otro capricho mío, una manera de lastimarlos y vengarme, porque no lo es.

No estoy enojada. No estoy triste. No estoy nada.

Para ser sincera, no siento nada.



O sea, no me malentiendan. Sí pasé por una gama de emociones bastante intensa durante estos meses con respecto a este asunto. No es fácil. Es un amigo por quien yo proclamaba la lealtad más pura y uno de los amores más desinteresados, pero he llegado a este punto en que lo miro a la cara y no lo reconozco. No sé quién es él.

Lo peor es que no ha sido así siempre. Algo cambió, no sé desde cuándo, pero estos últimos siete meses me han servido para darme cuenta de esa espinita. Cuando está conmigo y sólo conmigo, es buena onda, es comprensivo, es gentil, es, bueno, humano.

Cuando estamos con alguien más se dedica a ridiculizarme, a señalar mis fallas, mis defectos; se ríe de mí en mi cara, se aprovecha que no pongo mucha atención a las cosas para hacerme quedar mal. Antes de intentar entender mis razones, se apresura a criticarme. Y con cada palabra, con cada acto, con cada burla, me lastima una y otra y otra y otra maldita vez.

NADIE SE DA CUENTA, AMIGOS. NADIE.





Los amigos que tenemos en común ni siquiera lo han considerado. Con quien lo hablé, estaba bastente impresionada. Jamás se le había pasado por la cabeza el que yo quiera dejar esta supuesta amistad. Me pidió que lo hablara con él, según y a palabras de mi mejor amiga, "él no lo hace a propósito".


Bien, lo que hace cuestionarme.... ¿Qué es peor? ¿Que me lastime y no se dé cuenta o que me lastime con ventaja, sabiendo lo que hace?

Justificar un acto de crueldad con ignorancia es muy bajo, amiguitos. Lo sé porque yo a menudo acudo a ese truco.

Mi hermana piensa que soy una exagerada. Todos con quienes lo he hablado me han intentado hacer cambiar de opinión.


Entiendo que terminar una amistad de ocho años puede parecer gran cosa, algo serio e importante. Probablemente lo es. 

Pero vamos a considerar las cosas desde ambos ámbitos. 

¿Tengo que quedarme con alguien con quien no me quiero quedar porque he pasado mucho tiempo con él? ¿La etiqueta de "amistad" me ata a él de alguna manera y es mi responsabilidad aguantarle su mierda?

Digo, si es así, díganmelo, para irme de este planeta ya, bye.

Aunque ahorita, reconsiderando todo esto, sí me hace enfurecer un poco las cosas.

Siempre soy yo a la que le pasan estas cosas y estoy harta y cansada. Por qué no le pasan al vecino. Por qué no a otras personas. Por qué siempre soy yo la que se tiene que enfrentar a estas chingaderas. Me cago yo misma; comienzo a creer que neta es emboscada propia del maldito karma.





El título sugiere que voy a dar una serie de pasos sistematizados para que terminen con sus amistades. Pero no, como ya dije, yo nunca he sabido terminar las cosas con absolutamente nada en mi vida.

Llegados a esta parte de la entrada y en esta hora de la noche, la verdad es que ya no tengo mucha idea de lo que haré. 

Sé lo que debo hacer.

Debo hablarlo con mi amigo, escuchar sus razones, su punto de vista y luego reflexionar sobre si hay algo que sea digno de rescatar.

Amigos, una amistad es un dar y recibir. Es equitativo. Y siendo sinceros, yo no recibo mucho de esta amistad. Podrán argumentar a que yo tampoco doy la gran cosa, pero no me ven por ahí burlándome de estas amistades, ni menospreciándolas.

Si algo horrible llegara a pasarme, ¿Contaría con él para ayudarme? ¿Tendría alguna palabra de aliento que pudiera animarme? ¿Sabría apreciar mis logros, mis intentos y sabría sonreír ante mis fallas? ¿Tengo yo la confianza de hablarle de mis cosas personales? 

He pensado que esta amistad se sustenta en alcohol, música ruidosa y horas muy altas de la madrugada. No hay mucho de común, más que el tiempo y algunas personas; una misma secundaria y quizás dos años de recuerdos en el mismo espacio. 

Yo soy tranquila, calmada, me gusta el cine y leer libros y escribir. Escribo un montón; me desvelo mucho y soy de pláticas extrañas. Mis conversaciones por lo general terminan derivando en temas inexactos, en hubieras, en realidades alternas, en pensamientos propios de una humanidad construida.

Él no.

Él tiene miles de amigos, sale de fiesta cada semana, si por él fuera, saldría todos los días. Se emborracha. Sale a bailar. Conoce a muchas personas. De cine o libros no es algo que pueda hablar con él. Vamos, ni siquiera mis preferencias, mis hábitos o mis sueños. Él es un YOLO y yo también, pero vamos por diferentes direcciones.
Él es homófobo, O SEA, ya tocamos un tema sensible. No puedes ser homófobo y ser mi amigo. Es como ser mi amigo y odiarme -no en el sentido estricto de la expresión-; es misógino Y ES MI AMIGO, O SEA, QUÉ CARAJOS.


No sé si soy la indicada para ser su amiga, ¿Saben? Tengo el presentimiento de que no soy la única aquí que siente tensas las cosas. Y me da un poco de enojo su cobardía, porque está manteniendo algo por puro tedio a terminarlo, por evitarse dramas o por flojera de siquiera hablar.

De manera franca, yo no creo ser una amistad que él quiera conservar. Que él vea como valiosa, como digna de.



Para cerrar, cómo creo que se debería terminar una amistad... o una relación de cualquier tipo. Siempre por las buenas, en términos decentes y humanos. Cuando sabes que ya no hay nada más. Cuando ya todo es guerra. Cuando ya no beneficia a nadie.

Sobre mi vida privada, creo que tengo bastantito de tiempo para reflexionar mejor y construir un argumento sólido. Decidir lo que haré.


Sólo quiero que él esté bien y yo que esté bien. Ni más ni menos.


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