Originalmente iba a escribir sobre el primer año que paso sin mi tío fav en la vida. Iba a hablarles sobre cómo ha sido este viaje, cómo me ha costado sangre levantarme algunos días, cómo he pensado con seriedad que no voy a dar ni una más, cómo he tenido que alejarme de dos de las personas más importantes en mi vida para arreglarme, sobre cómo es todo este proceso de cargar un luto a cuestas, que a veces se siente como si fuera el mundo y a veces se siente como si no fuera nada más que un recuerdo airoso y melancólico, pero dadas las circunstancias, tuve que modificar el tema de hoy.
Con el perdón de Gerardo, tengo que hablarles de este tema que URGE que alguien escriba.
Bueno, temprano en la semana me vi envuelta en el escándalo, pero no un chisme padre, sino uno de vecindad vulgar. Ahí les va:
Estoy de prácticas en un CAM, prestando mi servicio social profesional como maestra de trece bellos (y desmadrosos, tbh) niños especiales. La principal regla que tengo entendida es que sin maestro titular, nosotros como practicantes no deberíamos estar ahí. Yo había estado dos veces sin titular porque soy buena onda y quise ayudar un poco. Me presté para el favor, pues. Pero ya la tercera vez simplemente decidí que no tenía que cargar con esa responsabilidad que no me corresponde porque si algo muy feo llegara pasar me la van a cargar a mí y yo ni siquiera tengo título. Equis. Cuando la maestra titular me habló, quince minutos antes de la hora de entrada, yo iba camino a la escuela. Estaba a cinco minutos de mi casa. Recibí la llamada y entonces una mujer del personal de la escuela donde estoy pasó junto a mí, me saludó y yo le regresé el saludo. Acto seguido me di media vuelta y regresé a mi casita.
Pues se emputó la autoridad, lmao. Fue con mi amiguísima Kar y entró a su salón pegando gritos, acusándola de ser mi cómplice, de "andarme tapando". Obvio ella se quedó como wtf.
El martes siguiente la maestra volvió a faltar y yo tuve que faltar otra vez. Ese mismo día mi asesor fue a visitarnos a mis dos compañeras y a mí, como es su trabajo, y apenas puso un pie en la escuela, se le fueron encima. Le dijeron que yo le había faltado el respeto a la escuela porque "había ido y me había retirado". Obvio mi asesor también se quedó como: wtf. Desconcertado y sin saber absolutamente nada, me llamó pero yo no pude responder por situaciones ajenas a mi control. No se fíaba de lo que le decían esas personas, así que investigó con mis compañeras. Se enteró de la verdad y fue a defenderme.
Yo sólo me había atenido a las reglas que me habían marcado antes de llegar a esa escuela y eso había sido todo. No había sido por flojera, por irrespetuosa ni mucho menos por irresponsable.
Cuando me enteré de todo este asunto, estaba bien enojadísima. Esto se había tornado personal, amigos y quiero ser muy clara con respecto a algo: A mí me pueden decir de cosas y yo puedo vivir con ello. Se atreven a mirar mal a alguien a quien quiero y LOS QUEMO VIVOS, ME VALE MADRE QUIÉN SEAN.
No puedes atacar a uno de mis amigos y salirte con la tuya. No lo permito. No.
Al día siguiente estaba decidida, después de hablarlo con Kar y Fili, a fingir dar mi brazo a torcer en son de llevar la fiesta en paz. Yo no soy de las que bajan la cabeza y aguantan vara, lo saben ustedes y lo sé yo, pero viendo que si me ponía de contestona me podía llevar al destierro infernal conmigo a Kar, Mariela, a Fili y a Ani, pues decidí mejor simplemente dar por su lado a cualquiera que quisiera venir a fastidiarme. Estaba a punto de sacrificar los maltratos de Kar y de mi asesor por la paz, cuando el miércoles, frente a mí, la autoridad decidió maltratar a mi titular frente a mí de una manera espantosa y humillante.
Mientras le decía de cosas horribles y humillantes a mi titular, yo me llenaba de ira. Era su pinche actitud de mierda, prepotente, con ganas de sentirse imponente, respetada, temida, yo qué sé, lo que prendió la flama de la furia casi homicida. Yo entiendo que se pudieron sentir enojados, molestos, decepcionados, horrorizados, lo que sea, por esto que sucedió. Claro, ni mi titular ni yo fuimos a la escuela. Mi titular por más que quiso comunicarse y/o quedarse a esperar para dar una explicación, no se pudo. Las circunstancias no se prestaron y pues la autoridad se enteró por mi amiga Kar que no iríamos. Sé que eso se puede malinterpretar como una falta de respeto, como que nos valió madre el asunto y dejamos tirados a trece niños.
No fue así, amigos. No se hizo por maldad ni con intención de herir a alguien. Eso es algo que no querríamos. Eso es algo que nunca ha sido mi objetivo en ningún aspecto de mi vida.
Me envolvieron en un chisme de vecindad barato con la intención de perjudicarme. Una vez que terminaron de regañar a mi titular, fue mi turno de enfrentarme a la autoridad a solas. Pero yo ya no estaba calmada, como mi asesor me pidió que me presentara, yo ya no sabía muy bien lo que diría, porque el discurso que había preparado con fría y calculada antelación se había borrado apenas empezó el abuso brutal contra mi titular. En mi cabeza sólo existían las ideas que en un principio me surgieron:
La gente es basura, y de la peor clase. No hay peor cobarde que aquél que se quiera esconder tras la intimidación y el miedo para lograr mover a las personas. No hay peor líder que aquel que hostiga porque no somos lo que ellos quieren que seamos, sus esclavos, sus grupis. No hay peor tipo de persona que aquella que humilla para sentirse grande, para sentirse poderosa, para sentirse BIEN.
En mi corazón y en mis venas corrían aquellas flamas de ira, de decepción, de horror, de ganas de poner al mundo al revés con mis propias manos. Me costó mucho trabajo controlar mi tono de voz, no ponerme a llorar del enojo, no ponerme a gritar por las injusticias. Me costó mucho trabajo mantener a la vocecita en mi cabeza que me decía que tenía que ser honesta y no diplomática callada.
No sé cómo lo logré. A ciencia cierta, no sé si lo logré.
No di mi brazo a torcer ni tuve intención de hacerlo. Habiendo visto cómo maltrató a mi titular frente a mí, en una especie de demostración para mostrarme "quién era el jefe", no me quedaron ganas ni remordimiento alguno.
No iba a fingir que bajaría la cabeza ni que iba a asumir alguna culpa que no era mía. No lo iba a hacer. No me iba a dejar mangonear por alguien tan poco digno de ser llamado humano.
Hay pocas cosas a las que soy incapaz de tolerar, y la injusticia es una de ellas.
No lo hice, amigos. No fui muy diplomática, ni fui muy complaciente. Fui sincera, tanto como pensé prudente. Simplemente fui a aclarar el chisme, a aclarar mi posición como respetuosa profesional, y a pedir que no saltaran a conclusiones imbéciles basadas en comentarios de dudosa procedencia moral en lo que a mí concernía. Por favor.
Estaba tan molesta -todavía-, estaba tan decepcionada de todo, que no sé cómo logré articular palabra una vez que llegué a mi casa y se lo expliqué a mis padres y a mi hermana.
Estoy bien molesta y estoy bien decepcionada. Estoy horrorizada.
El martes sucedió también lo de las votaciones para ver quién se la jugaría por el futuro de Estados Unidos, una de las naciones más poderosas -y famosas, tbh- del mundo al menos los siguientes cuatro años. Contra todo pronóstico televisado, contra todo deseo humano, ganó el estúpido racista de Trump.
Yo me había imaginado que ese payaso xenófobo y misógino ganaría, pero por dentro deseaba estar equivocada.
Platicando con varios amigos, les expuse mis supuestos y muchos de ellos, casi riéndose, me dijeron que no había manera en que Trump ganara. Pero yo veía que sí tenía una gran posibilidad, y no porque la gente fuera pobre, como han querido pintar los medios, no porque estuvieran hartos de los políticos.
La gente es mala, es basura, es mierda. Tienen actitudes muy horribles, son muy pobres de alma y corazón.
Lo puedo ver; con el paso del tiempo, he aprendido a leer a las personas y he aprendido a ver el odio en sus corazones. Muchas de las veces me niego a ver lo obvio, porque me gusta más pensar que todos somos dignos de una oportunidad.
Pero no es cierto. La gente deja que el odio gane en sus existencias y eso los vuelve oscuros, los vuelve sucios. Dejan que sus sentidos se cieguen ante oportunidades de sentirse grandes. Venden su alma al mejor postor.
Donald Trump no es más que un pendejo racista, lleno de odio, de intolerancia, de prejuicios, de ignorancia. Pero es un pendejo en una posición muy peligrosa, porque cada vez que abre la boca y dice una estupidez, mucha gente se siente validada y respaldada. Piensa: "Bueno, si ese hombre dice lo que piensa y nadie le dice nada, es porque está bien".
Es el típico: "Si alguien más lo hace, ¿Por qué yo no?". Mediocridad a en su máxima expresión.
Trump era un peligro antes para la sociedad, pero apenas se puso a vociferar con su pestilente voz y berrinches que quería gobernar a una de las naciones con uno de los ejércitos mejor preparados, se volvió una verdadera amenaza, porque entonces hizo que los que eran igual a él, personas sin humanidad y llenas de odio e ignorancia, fueran saliendo de sus cuevas.
Es un pinche problemota. Turbo obvio, como muchos otros mexicanos solidarios y conscientes, me desmoralicé cañón cuando me enteré que ganó; no estaba sorprendida, pero sí muy decepcionada. Quiero decir, PINCHE HUMANIDAD, TE DOY UNA OPORTUNIDAD PARA QUE ME PRUEBES MAL Y LA CAGAS, QUÉ PEDO.
Ahora, Estados JodidDIGO Unidos tiene por presidente a un cabrón que piensa que puede "agarrar" a cualquier mujer por sus partes privadas. México tiene por presidente a un cabrón que no sabe decir cuál fue el libro que marcó su vida porque no sabe cómo leer. Venezuela tiene por presidente a un hijo de puta que piensa que reprimir al pueblo lo hace un buen presidente, justo y con presencia, y en realidad no es más que un hijo de puta a un escalón de convertirse en un dictador sádico -sino es que ya lo dio-. Y puedo seguir citando presidentes americanos, presidentes europeos y primeros minístros- ACUÉRDENSE QUE NUESTROS HERMANOS DE REINO UNIDO LA TURBO CAGARON MIL CON EL BREXIT-, etcétera, etcétera.
Ya fue todo esto; ahora debemos enfrentar las consecuencias y siento que lo que yo viví fue como una analogía a todo esto.
Al inicio me turbo emputé pero pensé que podía perjudicar más si me ponía altanera y la defensiva, así que me relajé, pero entonces entendí que bajar la cabeza ante un tirano no era luchar contra él.
Es cierto. Es más fácil ignorar a los haters. Podría ahorrarme energía, y úlceras gastro-intestinales. Podría, de alguna manera, simplificarme la vida.
Pero no estoy ayudando en nada. Estoy evitando problemas, estoy cerrando los ojos, desviando mis pasos y fingiendo que nada está pasando Y ESO NO ESTÁ BIEN, AMIGOS.
Ignorar los problemas no harán que se vayan y eso es algo que me ha costado mucho aprender.
Sé que hay que "elegir las batallas". Sé que hay mucha gente allá afuera tan hija de puta que son capaces de buscarme hasta el fin del mundo con tal de hacerme la vida miserable. Sé que no siempre tengo que alterarme y ponerme a ladrar apenas me lancen una piedra.
Pero también sé que si no defiendo mis ideales, si no defiendo mis creencias, si no defiendo a los míos, esto no se moverá por sí solo. Los glaciares no se derriten por sí mismos, necesitan al calentamiento global para eso.
No es una nevada primaveral que se derretirá apenas salgan los primeros rayos del sol. No.
Esto es una tormenta y debemos tomar posición. Yo no voy a iniciar guerras, como le dije a todos con quienes hablé de esto. Yo no inicio peleas absurdas, soy antibélica, no creo que la violencia sea el camino.
Yo no inicio guerras, pero YO SÍ ME DEFIENDO DE ELLAS.
Hay veces en que parece que la otra persona, el enemigo, el tirano, parece que tiene "el sartén por el mango", pero siempre habrá un sartén que ellos tengan y no sea por el mango. ¿Quieren pelea? Pelea tendrán.
Pero sí debería advertir: No peleo como ustedes porque yo sí tengo clase y soy más inteligente de lo que creen.
Para terminar este post, amigos. No hay que abandonarnos a la desesperanza ante esta victoria de Trump. Al contrario. Hay que ser inteligentes:
Siempre habrá una manera de derrocar a estos pedazos de misera humana.
Y por cierto, hay que aprender a detectar, porque tristemente no es sólo un Donald Trump el que vive en el mundo. Me tocó aprender en esta semana, por las malas, que hay muchos Donald Trump. Tus jefes, tus compañeros de trabajo. Los diputados, los policías. Tu novio, o incluso tu madre. Hay muchos y la mayoría está disfrazada de ovejas.
Abran los ojos y no dejemos que ganen, no dejemos que tengan poder sobre nosotros.
No se conviertan en uno, por amor a lo que más quieran.
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